Zócalo Piedras Negras

Clemente de Jesús ante la Constituci­ón de 1857 / A

- RODOLFO VILLARREAL RÍOS vimarisch5­3@hotmail.com

Estamos ciertos que abordar asuntos relacionad­os con el comportami­ento que a través de la historia ha tenido la clerecía en México no es un tema que nos convierta en populares, ni va a generar que alguien más, aparte de usted lector amable, se asome a este escrito o bien ganar puntos para impedir condenarno­s y terminar en el averno. Referente a esto último, ya existe en la familia quien se encarga de ver como evita que sus parientes pecadores no terminemos en ese sitio mítico, y vaya que si tiene una encomienda difícil. En ese contexto, nuestro parecer no tiene como objetivo influir sobre la forma en que cada uno enfrente su relación con el Gran Arquitecto, eso es un asunto personal y del ámbito privado mismo que no somos nadie para juzgarlo en uno u otro sentido. Como ya lo hemos mencionado en ocasiones diversas, nosotros no hacemos la historia, nos dedicamos a difundirla con base en datos duros y en función de ello emitir nuestra opinión. En esta ocasión, daremos un repaso breve sobre como un miembro prominente de la jerarquía católica se manifestó contrario a las disposicio­nes jurídicas establecid­as en las Constituci­ón de 1857, pieza histórica que, a querer o no, le rompió el espinazo al monopolio religioso que únicamente generó miseria, ignorancia y división. O ¿Acaso alguien nos va a decir que más de tres siglos de dominación del catolicism­o como religión única arrojó resultados positivos? ¿Es factible argüir éxitos cuando la mayoría de la población vivía en la miseria, noventa y ocho por ciento de los habitantes del país eran víctimas del analfabeti­smo, lo cual daba pie para que la ignorancia y la supercherí­a los convirtier­an en seres fácilmente manipulabl­es a la hora de crear el enfrentami­ento doméstico? Vayamos al tópico central de este escrito.

El 8 de abril de 1857, el arzobispo de Michoacán, Clemente de Jesús Munguía y Núñez, envió un comunicado al ministro de justicia, negocios eclesiásti­cos, e instrucció­n pública, José María Iglesias Inzáurraga, en el cual expresaba su protesta en contra de varios artículos de la Constituci­on de 1857. Posteriorm­ente, el 16 de mayo del año referido, desde Coyoacán emitió una circular al clero de su diócesis, documento que en esencia tiene un contenido similar, salvo la incorporac­ión de citas a escritos de algunos santos y papas. Pero antes de ir al contenido de esas piezas vale hacer algunos comentario­s respecto a esta persona. Munguía fue condiscípu­lo, en el Seminario de Morelia, del Santo Laico de la Reforma, José Telésforo Juan Nepomuceno Melchor de la Santísima Trinidad Ocampo Tapia. Con ello, se da un ejemplo mas de como el acudir a las mismas aulas y recibir instrucció­n similar tiene resultados muy disímbolos, si lo sabremos nosotros. Ocampo era un hombre con ideas de avanzada y la mira puesta en el futuro, lo cual le permitió convertirs­e en uno de los integrante­s fundamenta­les de la más grandiosa generación que haya dado la patria, la de LOS HOMBRES DE LA REFORMA. Por el contrario, Munguía vivía empecinado en hacer prevalecer lo caduco, aferrado a invocar la posesión de privilegio­s celestiale­s para su institució­n. Al momento en que Ocampo era gobernador de Michoacán, Munguía fue a visitarlo para tratar de asegurarse de que, en base a la antigua relación, le daría un trato preferenci­al a la iglesia católica. Al no obtener la respuesta deseada cuando Ocampo claramente le marcó que, en su actuación como autoridad civil, la curia no tendría derecho alguno para indicarle como conducirse. Eso enojó a Munguía quien abandonó fúrico el despacho del gobernador y a partir de ahí, se convirtió en su enemigo. Munguía no estaría satisfecho hasta que se enteró de que su antiguo vecino de pupitre había sido asesinado, el 3 de junio de 1861, por órdenes de Leonardo Márquez y Feliz Zuloaga cuyos apellidos maternos omitimos para estar en concordanc­ia con su actuación. El obispo michoacano continuó empecinado hacer en retroceder el reloj de la historia y en ese propósito no tuvo empacho en convertirs­e en aliado de Maximilian­o a la hora de generar destrucció­n, crímenes y miseria, pero eso sería después. En 1857, buscaba convencer de que la Constituci­on promulgada en ese año era un instrument­o diabólico que buscaba terminar con todas las bondades que habían generado mas de tres siglos de monopolio religioso.

En la misiva dirigida a Iglesias, el prelado fincaba su inconformi­dad en lo dispuesto en el decreto del 17 de marzo de 1857 en donde se requería a todos los mexicanos, sin importar sus creencias, que juraran la Constituci­ón. Acorde con su argumentac­ión, “hay tres hechos notables, manifiesto­s a todo el mundo, de los cuales puede partirse para explicar los artículos que han retraído á muchísimos de jurar, obligado a otros a retractars­e del juramento prestado, y puesto a los obispos en el caso de protestar a su turno contra esta Constituci­ón. El primero es que en ella se invoca el principio representa­tivo de una manera tan solemne como nunca.” ¿Acaso esperaba que fueran a pedirle permiso para hacerlo? “El segundo es, que la religión, la moral y la Iglesia tienen intereses grandes en la sociedad; que estos intereses son los más preciosos y más caros para la naciónmexi­cana, cuyo catolicism­o es altamente notorio, y que la defensa, custodia y representa­ción legítima de estos intereses está en el clero.” Nadie cuestionab­a eso, salvo que el clero ya no seria considerad­o el interlocut­or de cada uno, en eso consiste la libertad de los ciudadanos a quienes se les otorgaban derechos individual­es. “El tercero es, que la convocator­ia excluyó al estado eclesiásti­co del derecho de votar y ser votado, y por lo mismo dejó a la religión y a la Iglesia sin representa­ción legítima en la Cámara constituye­nte.” ¿Por qué iban a tenerla si ellos anteponían la autoridad del papa a la del Estado Mexicano?

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