Los primeros 8 años de la AIDH
Hace un par de días, la Academia Interamericana de Derechos Humanos celebró su octavo cumpleaños. El fundador de la AIDH, Luis Efrén Ríos Vega, ya explicó, en otro espacio editorial, las primeras etapas de creación y consolidación de este instituto de investigación especializado en materia de derechos humanos que, a pesar de su joven edad, ya se ha consolidado como líder en la protección y defensa, desde la trinchera académica, de los derechos humanos.
Yo tuve el privilegio de estar presente a lo largo de estos 8 años en algunas de las etapas más importantes de vida de la AIDH. Para mí, en lo personal, estos 8 años significaron grandes aprendizajes y mucho crecimiento. No ha sido nada fácil. Especialmente para alguien que, como quien escribe, es extranjera y está lejos de su familia, es mujer y joven en un contexto, por muchos aspectos, cerrado, machista y patriarcal.
Como Roma no se ha construido en un día, tampoco la AIDH. La construcción de la AIDH tuvo que pasar por muchas crisis y desafíos. Crisis y desafíos que, como nos enseñan los grandes maestros espirituales, pueden ser las mejores oportunidades de crecimiento. Nosotros supimos aprovechar las crisis que vivimos. De cada crisis, salimos más fuertes y empoderados.
Nuestro trabajo académico nos respalda. La formación de las nuevas generaciones de juristas (licenciados, maestros, especialistas y doctores) especializados en derechos humanos es una prueba de que todos los esfuerzos valieron la pena.
Nuestro trabajo como asesores técnicos de los distintos poderes del Estado y los importantes resultados y avances en temas de derechos humanos que han permitido a Coahuila posicionarse como un modelo al interior de la República y en la región interamericana es lo que nos permite entender que, a pesar de todas las dificultades, estamos haciendo lo correcto. Y lo seguiremos haciendo.
La marea morada ya es imparable. Pronto inauguraremos el Edificio Morado, cuya construcción fue posible gracias al importante respaldo del Gobierno del Estado. Yo lo quiero imaginar como un espacio donde se seguirán formando las futuras generaciones de personas juristas especializadas en derechos humanos, que se convertirán en aquellos agentes de cambio social que nuestro estado tanto necesita.
La Academia no es un capricho, ni mío ni de su fundador. La Academia es lo que todas las sociedades necesitan, para vincular el trabajo académico de excelencia con las necesidades sociales y para resolver, con los más altos estándares de protección de derechos humanos, los problemas que aquejan a nuestras sociedades.
Espero que pronto la Academia, que todavía sigue siendo una joven niña que necesita a sus papás, pueda caminar sola y cumplir muchos años más.
¡Muy feliz cumpleaños, mi querida AIDH!