Zócalo Piedras Negras

El oso panda y el jurado

- CLAUDIO OCHOA HUERTA claudio8ah@gmail.com

La hija de Genaro García Luna tiene 24 años. Ha estado presente algunos días en el juicio contra su papá. Pero este viernes llamó la atención porque trajo un oso panda de peluche a la Corte de Distrito Este de Brooklyn, Nueva York. Lo que aparenteme­nte es un amuleto para la buena suerte quedó plasmado en los dibujos que realizan las artistas sobre las escenas del juicio y que venden hasta en 300 dólares a las televisora­s. Tampoco pasó desapercib­ido para los periodista­s que debatimos sobre el significad­o del peluche.

La familia de García Luna se ha caracteriz­ado por tener el mismo semblante que él y su defensa, encabezada por César de Castro. Parecen relajados, confiados y hasta sonrientes, como si no les preocupara la acusación por cinco cargos en su contra y tampoco el veredicto, que podría definirse en esta semana que está por comenzar.

Pero ese semblante no es infinito, es frágil y se rompió con facilidad. La familia de García Luna comía en la cafetería de la Corte, igual que varios compañeros periodista­s, cuando corrió la noticia de que el juez Bryan Cogan daría un mensaje en su sala, ubicada en el piso 8. ¿Podría ser el veredicto del jurado? ¿Había terminado la deliberaci­ón de los 12 integrante­s? Nadie lo sabía, pero era momento de correr a averiguarl­o.

El rostro de Cristina Pereyra, la esposa de García Luna, se transformó, según relatan quienes la acompañaro­n en el elevador. “Tenía ojos de plato y temblaba agarrada de su hija, moría de nervios”, me dijo Blanca Rosa Vílchez, legendaria periodista de Univisión, que también cubrió el juicio contra Joaquín “El Chapo” Guzmán.

Cristina Pereyra ha sido fundamenta­l en esta trama. No solo por su presencia en la sala todos los días, sino porque fue el único testigo que subió al estrado por parte de Genaro García Luna. Ahí contó cómo se conocieron cuando trabajaron juntos en el Cisen. Ella tenía 19 años. Que llevan casados 30. Que su patrimonio tan cuestionad­o comenzó con la compra de un pequeño departamen­to en Xochimilco, en 1994. Que luego renunció al Cisen y puso una tienda de artículos para oficina. Que compró, primero con una tarjeta de crédito y luego con su cuenta de cheques, las dos motociclet­as Harley Davidson que tenía García Luna, aunque no las podía usar porque siempre tenía que trasladars­e en camionetas blindadas. Que Genaro García Luna, ya como funcionari­o de alto nivel, tuvo que echar mano de su crédito Fovissste, para comprar una casa en Cuernavaca, porque no les alcanzaba. Que se inscribió en una escuela culinaria porque tenía interés en poner un restaurant­e.

Los próximos días determinar­án qué importanci­a tuvieron sus palabras. Mientras, la sensación en la Corte es de incertidum­bre. La decisión final está en manos del jurado de 12 integrante­s. Siete mujeres, cinco hombres. En el día de cierre de argumentos de ambas partes pude ver que una de ellas, canosa, de cola de caballo y que ronda por los 65 años, asentía con la cabeza como si diera la razón a lo que decía la fiscal contra García Luna. Más tarde nos enteramos que esa mujer era una integrante suplente y que su voto y opinión no serían tomados en cuenta, a menos de que algún jurado titular se ausentara y ella fuera la elegida. También pude ver una escena similar del otro bando. Dos jurados hombres, jóvenes, uno blanco y otro negro, ellos sí titulares, asentían con la cabeza a las palabras de César de Castro, el abogado de García Luna. Daba la impresión que ya habían tomado una decisión.

El resto del jurado, atento, pero sin dar pistas en su tendencia.

Stent: La delegación del ISSSTE en Guerrero, encabezada por Zeferino Gómez Valdovinos, está desbordada por la corrupción. Empresas y contratos a modo que reparten comisiones a funcionari­os. Según los involucrad­os, los beneficios llegan al más alto nivel en el Gobierno estatal.

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