Más que vencedoras en Cristo
de Israel se desanimó ante los obstáculos y olvidó las bendiciones y milagros de Dios que habían experimentado para librarlos de su esclavitud en Egipto: “Después partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra de Edom; y se desanimó el pueblo por el camino.” (Números 21:4) La dureza de sus corazones y la falta de fe los llevó a un estado de turbación que les impedía ver la mano de Dios obrando a su favor. Muchas razones y situaciones nos pueden llevar al desaliento; sin embargo, las palabras de Dios en la Biblia continúan animándonos a seguir confiando en sus promesas de sanidad cuando la ciencia ya nada puede hacer; de provisión en la escasez; de protección en el peligro; de fortaleza en la debilidad; de compañía en las pruebas y de vida después de la muerte. En muchas ocasiones el amor y la fe de otras personas nos animan y llevan a Dios: “Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa. E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que no cabían ni aún a la puerta; y les predicaba la palabra. Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados”. (Marcos 2:1-5) Los amigos del paralítico le amaban y decidieron llevarlo a los pies de Cristo para recibir la sanidad de su cuerpo. No desistieron ante los obstáculos y lograron su objetivo de tal forma que Jesús reconoció la fe y el amor que los motivaba para ayudar a su amigo. Sin embargo Jesús también identificó la necesidad real del paralítico: La necesidad de ser libre de su esclavitud al pecado y a una vida sin Dios. Había en el lugar personas religiosas que observaban a Jesús y que cavilaban en sus corazones: “¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice, ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios? “Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron y glorificaron a Dios, diciendo: -Nunca hemos visto tal cosa-” (Marcos 7-12) Querido lector, ¿cuál es tu necesidad? Pudiera ser económica, de salud, algún problema familiar o legal, enfrentar la muerte de un ser querido o un divorcio… Sin embargo, la principal necesidad del ser humano es amistarse con Dios. Su propósito es bendecirnos con salud, con paz y prosperidad, con gozo y seguridad en medio de la tempestad, pero sobre todo, librarnos de la condenación eterna: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. (Juan 3:16) CÓMO VENCER EL DESALIENTO Cuando las fuerzas faltan, los recursos menguan, los problemas se multiplican y la fe se debilita, se hace más evidente la dureza del camino y la dificultad de las tareas. El desaliento comienza en los pensamientos e invade el corazón con sentimientos de desesperanza que pueden llevarnos a un estado de depresión. En la Biblia encontramos situaciones semejantes en personas, familias y pueblos enteros, para nuestra enseñanza y edificación. Durante el éxodo hacia la tierra prometida, el pueblo