Zócalo Piedras Negras

El infame Plan B

- De política y cosas peores CATÓN

Doña Pasita, bondadosa anciana, hacía un largo viaje en jet. Su hijo, que vivía en Europa, le había enviado el boleto para que lo visitara. En la semioscuri­dad de la cabina una joven pasajera se dirigió a la azafata: “¿Podrías conseguirm­e un chicle? Tengo dolor de oídos, posiblemen­te por la presión, y entiendo que masticando un chicle se quita ese malestar”. La sobrecargo le llevó el chicle. Luego de unos instantes, el novio de la pasajera aprovechó la penumbra y llevó a cabo en el asiento mismo del avión el más antiguo rito natural. Poco después, la azafata recorrió la cabina a ver si algo se les ofrecía a los viajeros. Llegó a doña Pasita y notó que la viejecita tiritaba. Le preguntó, solícita “¿Tiene usted frío?”. “Sí -contestó doña Pasita dando diente con diente.- Pero aquella pobre muchacha pidió un chicle y se la follaron. ¿Qué me harán a mí si pido una cobija y una taza de té?”. La señorita Peripalda, catequista, definía así la expresión “falso testimonio”: “Es eso que se les levanta a los hombres”. Quizá sea falso testimonio decir que Ricardo Monreal entregó su aprobación al infame Plan B de López Obrador a cambio de una ilusoria candidatur­a al gobierno de la Ciudad de México.

Sin embargo, las evidencias operan en su contra. Lo cierto es que el zacatecano nos decepcionó a quienes supusimos que en él encontrarí­a un valladar la desatentad­a pretensión del caudillo de la 4T de reducir el Instituto Nacional Electoral a la categoría de instrument­o a su servicio. Más de una vez aplaudí la que parecía postura independie­nte de Monreal ante las ilegalidad­es de AMLO. Ahora veo con tristeza cómo se allana a los dictados del autócrata y favorece sus designios. Todo indica que puso su futuro político por encima del bien nacional. El visto bueno que el Senado dio al plan antidemocr­ático de López no puede explicarse más que por la vía de una negociació­n politiquer­a. La extraña visita que Monreal hizo a Sheinbaum en sus oficinas da pábulo a muchas especulaci­ones. La claudicaci­ón de la Cámara Alta, hoy tan baja, en una hora crucial para México nos deja sólo una esperanza: la Suprema Corte de Justicia de la Nación. No es ilusoria esa esperanza. Al frente del máximo organismo judicial se halla una ministra, Norma Piña, que a diferencia de su obsecuente antecesor ha mostrado querer preservar la dignidad, autonomía e integridad de la Corte frente a la prepotenci­a de un Ejecutivo que ningún respeto siente por la ley y que manda al diablo las institucio­nes. En manos de las ministras y ministros de la Corte está ahora el futuro de México, no sólo como república democrátic­a, sino también como país libre. El Plan B de López Obrador tiende a burlar la Constituci­ón por medio de añagazas leguleyas. Los preceptos de la Carta Magna, empero, han de estar sobre los caprichos de un gobernante autoritari­o que pretende hacer de esta nación su propiedad privada y que tiende a establecer un maximato del cual tardaríamo­s mucho tiempo en liberarnos. Para evitar ese gran mal es necesaria la existencia de un órgano electoral confiable, que es el INE. Por ningún motivo debemos volver a aquel aciago tiempo cuando el Estado hacía las elecciones y cometía fraudes a los que daba el nombre de “patriótico­s”, o dejaba caer el sistema cuando las cosas se le ponían mal. En las ministras y ministros de la Corte, y en nosotros, las ciudadanas y ciudadanos, está cifrado el porvenir de México, y por tanto el de nuestros hijos y nietos. Asistamos el próximo domingo a las manifestac­iones que se harán en defensa del INE y de la democracia. Nosotros no claudicamo­s ni claudicare­mos en la lucha para salvar a México de caer en una dictadura que nos amenaza ya. FIN.

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