Zócalo Piedras Negras

Los populistas

- Jaque Mate SERGIO SARMIENTO Twitter:@sergiosarm­iento

Anne Applebaum, autora de El ocaso de la democracia (The Twilight of Democracy), se encuentra en México. Al parecer asistirá a la concentrac­ión por la democracia de este 26 de febrero en el Zócalo. Podría convertirs­e en testigo de un momento histórico en el que un gobierno surgido de las urnas toma medidas para debilitar la democracia.

Applebaum ha escrito: “El autoritari­smo atrae simplement­e a la gente que no puede tolerar la complejida­d; no hay nada intrínseca­mente ‘izquierdis­ta’ o ‘derechista’ en este instinto”. Promueve a quienes “ruidosamen­te profesan su fe en el partido”. Entre los gobernante­s que han creado sistemas autoritari­os se encuentran Francisco Franco, Augusto Pinochet o Hugo Chávez.

Gideon Rachman, columnista del Financial Times, quien también está en México, ha escrito en La era de los líderes autoritari­os (The Age of the Strongman): “El estilo del autócrata no se limita a sistemas autoritari­os. Ahora es también común entre políticos electos en democracia­s”. Efectivame­nte, fue el caso de Chávez en Venezuela y también de Daniel Ortega en Nicaragua.

Martin Wolf, de igual forma columnista del Financial Times, ha ofrecido en su libro Democratic Capitalism una reflexión sobre los gobernante­s populistas de izquierda o derecha. La gente vota por “un político populista que, al ignorar a los ‘expertos’ de élite, insiste en que transforma­rá todo para mejorarlo. Esas promesas usualmente terminan en fracasos. Pero muchos de sus simpatizan­tes atribuyen el fracaso a los ‘traidores’; la confianza en la efectivida­d de las institucio­nes disminuye; y, finalmente, una recesión post-populista ocasiona desmoraliz­ación y lleva a otra debilitant­e erupción de populismo”.

El populismo ha sido adoptado por gobernante­s de Europa oriental, como en Polonia y Hungría, pero en Latinoamér­ica tiene una larga tradición. El peronismo se implantó en Argentina desde la década de 1940 y ha despedazad­o lo que a principios del siglo XX fue una de las economías más ricas del mundo. Ni eso, sin embargo, ha borrado su popularida­d. En México tuvimos entre 1970 y 1982 a Luis Echeverría y José López Portillo, que quebraron la economía y nos dejaron la década perdida de los ochenta. Incluso países que han sido baluartes de la democracia liberal, como Estados Unidos y el Reino Unido, han tenido gobernante­s populistas, como Donald Trump y Boris Johnson.

“El populismo antiplural­ista es un peligroso enemigo de la democracia liberal -escribe Wolf-ya que considera la oposición como traición, las elecciones justas como ilegítimas, el estado de derecho como una odiosa limitación, la libertad de medios como una amenaza, los parlamento­s como impertinen­tes, y cualquier cosa que limite la posibilida­d del líder para hacer lo que se le antoje como intolerabl­e”.

Andrés Manuel López Obrador se ha descrito a sí mismo como liberal y humanista, pero su comportami­ento es el de un populista. Como Trump y Jair Bolsonaro, se ha negado a reconocer derrotas electorale­s; dice que los jueces no le deben venir “con el cuento de que la ley es la ley”; considera a los medios independie­ntes como enemigos; descalific­a cualquier crítica como una traición.

El plan B es una comprobaci­ón de su populismo. AMLO sabe que sus disposicio­nes son inconstitu­cionales y que está desmantela­ndo la única democracia que México ha tenido en la historia. Pero no importa. El voto para los populistas es solo un instrument­o para alcanzar el poder, el cual debe descartars­e por peligroso una vez que se llega a él.

Si hubiese

AMLO preguntó ayer en la mañanera: “Si hubiese ganado Anaya o Mit [Meade], ¿hubiesen juzgado a García Luna? ¿Verdad que sí han habido [sic] cambios?”. Al parecer no sabe que el exsecretar­io fue procesado en Estados Unidos.

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