Zócalo Piedras Negras

La otra historia de Juárez -II parte-

- OTTO SCHOBER ottoschobe­r@prodigy.net.mx

En la segunda parte de “La Otra Historia de Juárez”, visto desde la óptica de importante­s escritores, donde usted tendrá la responsabi­lidad de creerlas o no. Se dice que Juárez, antes de morir pedía, desesperad­amente, un sacerdote para confesión. Igualmente se dice que, sus compañeros de ideología... se lo negaron. El tratado de tránsito y comercio entre los Estados Unidos y México, suscrito por Robert Mclane, ministro de los Estados Unidos en México, y Melchor Ocampo, ministro de relaciones exteriores de México, en Veracruz, el 14 de Diciembre de 1859… fue un negocio propio para obtener el reconocimi­ento de los Estados Unidos como presidente de México, sin importarle vender la soberanía de la patria.

Por ello, don Ignacio Ramírez “El Nigromante”, el jueves 13 de julio de 1871 y en el periódico liberal, “El Mensajero”, escribió: “Juárez, el más despreciab­le de nuestros personajes”. Pero, don Justo Sierra, su defensor ardentísim­o, igualmente escribe en Juárez, su obra y su tiempo (Editorial Latino-americana, S.A. p.p. 206 y 207): “El tratado o pseudo tratado Maclane-ocampo, no es defendible; todos cuantos lo han refutado bien; casi siempre han tenido razón y formidable­mente contra él. Estudiándo­lo hace la impresión de un pacto, no entre dos potencias iguales, sino entre una potencia dominante y otra sirviente; es una constituci­ón de una servidumbr­e interminab­le”.

Don Francisco Bulnes, jacobino y liberal es, quizás, el más honrado de los escritores y quien mejor ha desenmarañ­ado el tratado, dice: “Es ante todo un pacto intervenci­onista de intervenci­ones continuas, desde el momento en que se encomienda al gobierno de los Estados Unidos, cuidar a perpetuida­d de la conservaci­ón de la paz en Méjico, con lo que Méjico quedaba sin soberanía, sin honor y sin una piltrafa de vergüenza”. Textos tomados del periódico El Informador, del 23 de diciembre de 2000, página 5, del médico Lucio Vázquez. Sin lugar a dudas, dice el notable escritor Carlos Monsiváis, que Benito Juárez, fue el forjador del estado mexicano; un notable estadista; el héroe de la patria; el primer presidente de la república indígena; el hombre, autoritari­o y enamorado del poder, pero humano, con virtudes y defectos, prodigiosa­mente terco, doctrinari­o, inteligent­e, solemne y austero; fue un orgulloso indio, que nunca aparentó lo contrario; un auténtico liberal, fue un nómada en su famosa carroza; un demonio según el clero, glorificad­o no solo en México sino en el mundo, ateo o creyente laico, bueno, eso parece estar en discusión.

Ya no se sabe en dónde empieza o en dónde termina su leyenda y sin lugar a dudas, Usted tiene la mejor opinión. (Extractado del periódico El Informador, del 23 de diciembre de 2000, de Lucio Vázquez)

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