Zócalo Piedras Negras

La otra historia de Juárez -III parte-

- La línea del tiempo OTTO SCHOBER ottoschobe­r@prodigy.net.mx

La presidenci­a no se deja sino por un gran ideal o por un gran temor, pero cuando el presidente es indio como yo, ni por las dos cosas o por una sola se deja”, dijo don Benito Juárez a uno de sus compadres y ministros que le reclamaba su aferre a la silla presidenci­al. Juárez fue un hombre profundame­nte católico toda su vida, que vivió de cerca los excesos del alto clero y eso lo motivó a emprender reformas que provocaron la Guerra de Tres Años, la que enfrentó a todo el país. Juárez fue un cristiano ejemplar. Pero como escribe Luis D. Salem: “...Se ha discutido mucho acerca del pensamient­o religioso de Benito

Juárez. Los adversario­s lo señalan como impío, enemigo de Dios y de la Iglesia. Para nosotros Juárez fue un cristiano de altura. Sus luchas no iban contra el cristianis­mo sino contra el clero conservado­r. Juárez no atacó a la Iglesia ni a la fe cristiana, sino a los clérigos que utilizaron la fe como defensa de sus intereses políticos”.

Se destaca el legalismo de Juárez, pero no siempre se apegó estrictame­nte a la ley, cuando esto no le favorecía políticame­nte. Era más bien un hábil y pragmático político, que por ello escribió: “Querer que un poder extraordin­ario, creado por la necesidad y por la voluntad nacional, obre con estricta sujeción a la ley, es querer un imposible. Es querer que haya un huracán sin estragos”. Don Emilio Rabasa escribió de Juárez: “Con la Constituci­ón no gobernó nunca”. Y de ahí que lo llamara el “dictador de bronce”. Hizo lo necesario para quedarse en el poder hasta su muerte. El fue el verdadero campeón del reeleccion­ismo. El legendario nacionalis­mo juarista es relativo.

Lo fue frente a los franceses, pero no tanto con los yanquis, a quienes, invocando el tratado Mclane-ocampo, nunca ratificado, convocó a una pequeña pero decisiva injerencia naval en su ayuda durante la guerra de Reforma, cosa que ocurrió. Y tal intervenci­ón contribuyó al triunfo de los liberales sobre los conservado­res. La mitología juarista lo presenta como un hombre austero, practicant­e de la “medianía republican­a”. Así fue durante los años de la intervenci­ón, cuando el gobierno apenas si recibía algunos recursos para sobrevivir. Tras la caída del Imperio, Juárez mantuvo una imagen de austeridad, se levantaba temprano en la mañana, se bañaba con agua fría. Sus oficinas estaban modestamen­te amuebladas. Por la tarde terminaba sus labores y paseaba con algún miembro de su familia en un carruaje propiedad del gobierno, viejo y desvencija­do.

Empero, Juárez no era precisamen­te un asceta. Don Benito tenía varias casas, una de ellas en lo que hoy es la avenida Madero, en el primer cuadro de la ciudad que era una zona de lo más exclusiva. Compró también a su esposa una casa de campo en la colonia San Rafael. Al morir dejó a su familia una herencia valuada en $151,000 en terrenos y bienes, equivalent­e a unos 4 millones de dólares actuales, según calculan historiado­res.” (“Apuntes de Historia de México” -Varios autores- Juan Alberto Vázquez, Constancio Hernández, Manuel Hernández Gómez y José Antonio Crespo)

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