Más que vencedoras en Cristo
UN SALMO PARA EL CORAZÓN
Hoy en día, aunque tenemos un rápido acceso a la información, es importante recordar que la palabra de Dios es confiable, no cambia, es pertinente y es eterna. En ella podemos encontrar la paz que necesitamos ante los acontecimientos que perturban nuestra mente y nuestro corazón.
En la Biblia, el corazón se refiere al intelecto, la voluntad y las emociones. Comúnmente relacionamos el corazón con los sentimientos y la cabeza con la mente o el intelecto, pero el idioma hebreo no refleja esta clase de división.
En Proverbios 23:7 podemos leer:
¿Cómo reaccionamos ante los problemas y asperezas de la vida?¿cómo está tu corazón? ¿Es humilde, sensible, leal, perdonador, o se ha endurecido?
El salmo 95, -un salmo para el corazón- nos advierte de las consecuencias de tener un corazón endurecido delante de Dios:
El pueblo de Israel - en su éxodo hacia la tierra prometidano quiso escuchar la voz de Dios ni obedecerla y como resultado vagaron en el desierto, perdidos en una zona relativamente pequeña y ajenos por completo al cuidado y la provisión de Dios.
Toda una generación no entró a la tierra prometida debido a la dureza de su corazón.
Un corazón endurecido nos separa de Dios y de su ayuda, perdemos el gozo de la vida y se interrumpe el flujo del amor y la afirmación hacia los que nos rodean.
Además, hay una rigidez de pensamiento, obstinación de la voluntad y falta de respuesta emocional a Dios y a su palabra.
¿Cómo podemos salir de esta condición, si nuestro corazón se ha endurecido y vagamos por el desierto de la vida sin rumbo y sin esperanza alguna?
Si te sientes abrumado por las dificultades y no encuentras deleite en esta vida, puedes comenzar por escuchar la voz de Dios. El nos habla a través de las circunstancias, de su creación y principalmente por medio de su palabra en la Biblia.
La palabra de Dios se compara con una lámpara porque nos guía y da dirección a nuestra vida; como un martillo, porque quebranta la dureza de nuestro corazón y cumple sus propósitos en él; como la miel, porque es dulce y suave a nuestra mente y a nuestro corazón por sus palabras de consuelo, de fe, de amor y de esperanza en el futuro y además es sanadora, porque tiene el poder para aliviar todos los males que nos aquejan.
También nos instruye para saber cómo conducirnos en la vida, nos exhorta y nos reprende. Después de reconocer nuestra condición y disponernos para escuchar la voz de Dios, podemos alabarle con las palabras del salmo 95 y ponernos de rodillas en actitud de sumisión y reconocimiento de que él es el Señor del universo.
Ahora podemos confiarle nuestras necesidades y deseos. Dios no rechazará un corazón quebrantado y humillado delante de él.¡hasta pronto!