Cultura económica, órgano musical y saltillenses (II)
No cabe duda que las presentaciones que tuvo en Saltillo, Yuridia, comediante, que interpretó a una india ladina y grácil, fueron exitosas. Su actuación fue en el Teatro de la Ciudad, y para verla y oírla había que pagar el precio de una entrada. Cientos de personas abarrotaron el recinto. Días después, la Facultad de Jurisprudencia ofreció la audición de guitarra y órgano, en la Catedral de Santiago. El único requisito que se solicitaba para acceder era tener respeto al imponente lugar y una buena disposición para escuchar 45 minutos de música clásica. A pesar de ello, el templo lució, con una ocupación de alrededor de 30% de su aforo.
Las notas musicales emanaron de un valioso, vetusto, pero bien conservado órgano de 400 tubos. Dimensión que por sí sola no dice nada, pero al ponerla en perspectiva en el mercado religioso, puede ser un indicador, entre muchos otros, de la relevancia económica de la diócesis local en el contexto nacional.
En Morelia, su catedral cuenta con uno de 5 mil tubos, además los morelianos pueden disfrutar de los recitales, que ofrece el Conservatorio de las Rosas, que también está afincado en la capital de Michoacán. En la capital del país, que durante décadas ha centralizado el poder político y económico del territorio nacional, también lo ha extendido hacia el ámbito religioso. Los asistentes a la Basílica de Guadalupe pueden entonar himnos y coros, acompañados de los acordes de un órgano de 12 mil tubos.
Por otra parte, el par de funciones: la cómica y la artística, a la que acudieron un grupo de adultos y jóvenes, sirven de coartada para formular algunas inferencias sobre el nivel cultural que prevalece en la ciudad.
1.) En los saltillenses, en particular los menores de 60 años, no está entre sus preferencias y gustos la música “culta”, optan por el buen humor, que los distrae momentáneamente y les hace pasar un rato de sana recreación.
2.) De acuerdo con la cultura económica, la demanda de la población por conciertos y otras expresiones de las artes, determina la construcción de recintos y la contratación de figuras del mercado cultural. Parece ser que no existe el interés de la ciudadanía por las manifestaciones artísticas, lo que explica que hasta la fecha, la ciudad solo dispone de dos teatros, construidos en el pasado lejano: el del IMSS, en 1960, y el F ernando Soler, que abrió sus puertas en 1979. Ambos no han completado ni los siete días de la semana con obras puestas en cartelera.
3.) El abandono en que se tiene al teatro García Carrillo habla mal de la sociedad. Fue en su tiempo un figura icónica para los amantes del teatro y ópera en la ciudad, su construcción estilo neoclásico, que se puede admirar observando su frontispicio desde la Plaza Acuña; el constructor quiso dejar su impronta, al coronar la fachada con una cúpula de color cobre. Afirman los investigadores, expertos en artes escénicas, que disponía de equipo e infraestructura adecuada para poner en escena las obras más taquilleras de la época, lograba albergar hasta 600 personas cómodamente sentadas. Abrió sus puertas en 1910, y fue parte de la agenda cultural gubernamental que festejaba 100 años de la emancipación del yugo español. Su producción de obras, fue relativamente efímera, 8 años después de su apertura, bajaba el telón, desaparecían las funciones. En 1918, decía adiós a un elitista sector de la población consumidora de arte (https:// www.mexicoescultura.com/recinto/57416/).
Las noches de teatro solo quedaban en la memoria de las generaciones que precedieron al Saltillo de la mitad del siglo 20, y quizá al detenerse en mirar lo que queda de esa edificación, provoque en la mente de algún conspicuo seguidor de Heródoto, aventurarse en hurgar archivos y oír testimonios de saltillenses, que quieran contarle de lo que les contaban sus abuelitos sobre el García Carrillo. No querer, o en el peor de los escenarios no saber distinguir entre el valor arquitectónico del edificio, y su valor de mercado, condena a la edificación a su paulatina destrucción.
Parte del inmueble ha albergado comercios, taquerías, cantinas, viviendas y hasta un auditorio municipal, una “caricatura” de lo que se dice que fue en sus años de esplendor. Esa ignorancia artística se ha agudizado por el añejo desdén de las autoridades municipales a restaurar las escasas “joyas” del patrimonio arquitectónico en la capital de Coahuila. Y en donde deben trabajar o participar los mejores urbanistas y restauradores de la región, adscritos al patronato del Centro Histórico o en el Implan.
Y siguiendo en la senda de las especulaciones, alguna vez alguien, quizá embargado por un sentimiento de arraigo a su terruño, dijo que Saltillo era la “Atenas de México”. ¿Será?