Zócalo Piedras Negras

¡Hasta siempre, ‘Macario’!

Actor vitalicio de Televisa, miembro de la Academia de Hollywood, amigo de Luis Buñuel, ha quedado inmortaliz­ado en la historia del cine mexicano

- EL UNIVERSAL ▮

Ignacio López Tarso murió en la Ciudad de México a los 98 años de edad, así lo confirmó su hijo Juan Ignacio Aranda, el primer actor llevaba una semana hospitaliz­ado a causa de una neumonía y una oclusión intestinal.

El protagonis­ta de “Macario”, pieza clave de la época de oro del cine mexicano, de la televisión pero sobre todo, del teatro, su gran pasión, padecía insuficien­cia renal, cardiaca, y pulmonar, estuvo semiincons­ciente las últimas horas de su vida.

Hoy se despide de los escenarios con un largo aplauso, de pie, mientras cae el telón de la historia de su vida.

En los últimos años, las únicas quejas del protagonis­ta de “Macario” eran no poder escuchar bien las obras de teatro a las que asistía o los achaques que lo hacían bajar de escena e ir a revisión médica. De allí en fuera, evitó salir del teatro a toda costa, y muestra de ello es la cantidad de obras que hizo durante toda su vida.

En cada entrevista, hablaba con tremendo orgullo de las obras que lo hicieron crecer como actor, que lo plantaron en escenarios de las poblacione­s más alejadas del país o los de mayor prestigio, como Bellas Arte.

Siempre tuvo nostalgia de la que consideró la mejor etapa del teatro en México: la de los teatros del IMSS, en los 60, que establecía que la seguridad social tenía que incluir necesariam­ente a la cultura.

A través del teatro, López Tarso fue todos los hombres del mundo y de la ficción. Fue Edipo Rey, Hipólito, de Eurípides; Moctezuma II, Nezahualcó­yotl, Cyrano de Bergerac, Juan Pérez Jolote, Tomás Moro, Macbeth, Francisco Gabilondo Soler.

Hizo “Don Juan Tenorio”, “El Rey se Muere”, “Un Hombre contra el tiempo”, “Un Picasso”, “El Cartero”, “12 hombres en pugna” y fue Macario.

Se convirtió en el Fulgor Sedano de Pedro Páramo y una infinidad de personajes.

Aunque nunca se consideró una persona creyente, la religión marcó su vida actoral y varias veces se topó con coincidenc­ias divinas, con milagros teatrales.

La religión, el inicio para López Tarso

Nacido en una familia de escasos recursos, su única forma de acceder a la educación fue entrando al Seminario Menor de Temascalci­ngo (Edomex). Allí, un seminarist­a llegado de Estados Unidos creó un pequeño grupo de teatro para representa­r obras religiosas y López Tarso fue de los primeros en alzar la mano.

Poco antes había visto alguna obra con su familia, pero a los 13 o 14 años conoció, por primera vez, lo que era actuar, pisó por primera vez un teatro del pueblo, conoció sus entrañas y supo de las muchas formas en las que el público agradece una obra que lo conmueve.

López Tarso hizo autos sacramenta­les como “El Mágico Prodigioso”, de Calderón de la Barca, y “El divino Epitalamio”, de Francisco Juberías.

Actualment­e, el teatro de Temascalci­ngo, donde actuó por vez primera, lleva su nombre.

Años después, ya como actor profesiona­l y miembro del Teatro Clásico Español en México, López Tarso actuó de nueva cuenta en “El Mágico Prodigioso” y “El divino Epitalamio”.

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Las últimas horas de su vida el actor padeció insuficien­cia renal, cardiaca, pulmonar y estuvo semiincons­ciente.

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