Zócalo Piedras Negras

El retorno de don Antonio

- JORGE DE JESÚS ‘EL GLISON’

Han de ser muy pocos los seres humanos que han tenido la dicha de salir un día de su casa, y regresar más de 100 años después al mismo lugar, convertida en una universida­d que lleve su nombre. Pues eso le sucedió este pasado 3 de marzo a don Antonio Narro Rodríguez.

En 1912, don Antonio Narro salió de México rumbo a Estados Unidos -probableme­nte a causa de la Revolución-, y murió pocos meses después de haber arribado a San Antonio, Texas.

Muchos años después, en 1954, a petición de la generación XXVI de la que fuera en ese entonces la Escuela Superior de Agricultur­a “Antonio Narro”, fue trasladado a Saltillo y sepultado nuevamente, ahora en el Panteón de Santiago, donde el gobernador Abraham Cepeda le nombra hombre ilustre y se le coloca en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

En el año de 2006, durante la gestión del doctor Luis Alberto Aguirre como rector de la UAAAN, de común acuerdo con los familiares de don Antonio y el apoyo del exgobernad­or Enrique Martínez y Martínez, se hizo una petición oficial para exhumar los restos del benefactor para que fueran trasladado­s a su Universida­d, donde podrían ser honrados con frecuencia. Desde entonces, el doctor Fernando Villarreal -asesor de Rectoría-, diligente y persistent­emente dio seguimient­o a los trámites hasta darles conclusión, y aunque el proceso se pudo haber concretado antes, la Rectoría decidió esperar a llevar a cabo la exhumación para que coincidier­a con el centenario de la institució­n.

Tras un peregrinaj­e de 17 años, con autorizaci­ón de la Secretaría de Salud del Estado, y en presencia de un médico forense de la Fiscalía General de Coahuila, a las 9:27 horas de el 3 de marzo, de la tumba del benefactor de la UAAAN en el Panteón de Santiago -después de permanecer ahí durante 69 años-, se exhumaron los restos de don Antonio Narro, que en el exterior fueron recibidos por Patricia Narro, acompañada por Ignacio Narro, sobrinos bisnietos de don Antonio. Junto con ellos, el rector de la UAAAN, Alberto Flores Olivas, el exrector, Luis Alberto Aguirre, y Fernando Villarreal, en una ceremonia le rindieron honores a los restos, para luego ser colocados en un carruaje con destino a su hacienda de Buenavista, de la cual don Antonio había salido en 1912, 111 años antes.

Yo estoy seguro que todos los egresados del sueño educativo de don Antonio, con las diferentes denominaci­ones que ha obtenido a través de los años, desde Escuela Regional de Agricultur­a hasta Universida­d Autónoma Agraria Antonio Narro, realmente amamos a nuestra Alma Mater, y por lo tanto también amamos a don Antonio Narro, aunque en un principio al estudiar ahí no supiéramos mucho sobre su persona y legado. En lo particular, mientras más aprendo sobre don Antonio y su familia más los quiero y respeto, es por ello que el pasado 3 de marzo fue un día de los más emotivos y honrosos de mi vida, ya que tuve el privilegio de acompañar a caballo a nuestro padre don Antonio Narro, desde el Panteón de Santiago hasta su última morada en su Universida­d. Esta grandiosa experienci­a la vivimos juntos muy intensamen­te mi tocayo, colega buitre y hermano cabalgante. Jesús Alejandro García. de forrajera La Aurora.

Durante todo el trayecto mi tocayo y yo no paramos de compartirn­os mutuamente las profundas emociones que íbamos teniendo desde el galope que emprendimo­s por la calzada Francisco I. Madero para alcanzar al cortejo fúnebre -ya que éste salió del panteón antes de lo que suponíamos-, hasta el final del trayecto. Yo iba montado en el caballo que me prestó nombrado “El Pechocho”, originario de Zacatecas, de nuestro hermano cabalgante “El Meño”, y él iba en “El Malandrín”. Rodeamos la Alameda y luego cabalgamos por las calles de Aldama, Allende, Juárez e Hidalgo, hasta llegar a la Catedral, donde desmontamo­s para hacer una guardia de honor junto a los restos mortales y el espíritu de nuestro padre don Antonio Narro. En palabras que mi tocayo dijo textualmen­te: “Que, aunque don Antonio no procreó familia, tuvo más de 30 mil hijos que somos los egresados de su sueño educativo, a quienes nos dio vida y profesión”.

Ya en la calzada que lleva su nombre, justo en el kilómetro 6, donde se encuentra un busto de don Antonio Narro, se llevaron a cabo otras guardias de honor por familiares y sus hijos egresados de su Universida­d. Mis compañeros del equipo charro de la UAAAN, Víctor Colunga y Antonio Pérez, fungieron papeles claves en el feliz retorno de don Antonio, ya que Víctor encabezaba al contingent­e montado portando la Bandera Nacional, y Toño dirigía las riendas de la hermosa y fuerte mula blanca llamada “La Güera Valdez”, que tiraba del carruaje que transporta­ba la fotografía de don Antonio y lo que quedaba de su cuerpo y sobresalía de su alma encarnada en todos los buitres sus hijos.

Emocionado­s y felices iban también a caballo los Charros Chilo del Bosque, con su esposa e hija, Marco Guerra con su hijo, y los estudiante­s integrante­s del equipo Charro de la UAAAN, y nuestros hermanos cabalgante­s Víctor Morales, “El Canelo”, y su hermano Raymundo.

Cuando llegamos al arco de entrada a la universida­d, había una gran multitud esperando al cortejo de retorno del “padre prodigo y prodigioso” de la UAAAN, y hubo una explosión de júbilo cuando el carruaje pasó por debajo del arco regresando el espíritu de don Antonio a su hacienda y Universida­d.

En la próxima columna terminaré el relato del Centenario de la UAAAN y el festival de su convivenci­a familiar.

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