Más que vencedoras en Cristo
“Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Linaje de Abraham y herederos según la promesa”. Gálatas 3:28-29 La situación de la mujer en el tiempo antiguo era de sujeción, dependencia del esposo o de los hijos varones y de pobreza. Si no tenía hijos, era viuda o repudiada por su marido o quien la rescatara y le diera un nombre y una posición de esposa, su destino era la mendicidad, la prostitución, o la muerte. Su padre podía venderla como esclava o darla en matrimonio a quien quisiera (en ocasiones se tomaba el parecer de ella, como a Rebeca cuando fue pedida en matrimonio para Isaac, en el Antiguo testamento de la Biblia. Sin embargo, aunque estaba sujeta a su marido, la mujer podía tener iniciativas en la vida familiar y cierta influencia social. Algunas mujeres ejercieron cargos de responsabilidad en la vida civil, militar y religiosa, como Débora, mujer de Lapidot, que gobernó a Israel en el tiempo de los Jueces. Hubo también cantoras y danzantes, pero generalmente sus actividades se limitaban al ámbito familiar. También podían recibir herencias. Jesucristo se relacionó con las mujeres de forma distinta a los usos y costumbres de aquella época. Las sanó, como a la suegra de Pedro el apóstol y a la mujer que tenía flujo de sangre. Las perdonó y salvó de la muerte por el machismo y dureza de corazón de los hombres que amenazaban con lapidar a una mujer descubierta en el acto de adulterio. Fue amigo y protector de las hermanas de su amigo Lázaro, María y Marta; se compadeció de los pobres, las viudas, los niños, los leprosos y endemoniados. También alimentó a miles y resucitó muertos. No rechazó al pecador, pero tampoco toleró el pecado, al confrontarlos y llevarlos a recibir la gracia del perdón y la salvación eterna. Él buscó la oportunidad de hablar con una mujer samaritana junto al pozo de agua, para hablarle de su necesidad de Dios y de un cambio en su estilo de vida: “Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho; No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.” Juan 4:16-18 La situación de la mujer -dependiendo de la cultura donde se desenvuelve- ha cambiado en diversas áreas. Tenemos ahora mayor acceso a la educación y a servicios de salud, derechos y responsabilidades políticas como el poder votar y ser votada para cargos públicos, mayores oportunidades laborales en campos tradicionalmente masculinos, entre otros Pero hoy en día aún persiste la discriminación laboral, social y de género: Las mujeres todavía son consideradas como símbolo sexual sujeto a todo tipo de abusos aún desde la niñez; en el ámbito laboral, los sueldos y salarios son menores al de sus compañeros varones, en igualdad de circunstancias de trabajo. Las denuncias y hechos ocurridos por violencia contra las mujeres, secuestros, asesinatos, redes de trata de mujeres, maltrato en el hogar (sin importar el nivel de educación, edad o posición social), no han disminuido; y al parecer se agrava la situación en el mundo, principalmente en países cuya cultura y situación social colocan al sexo femenino en una posición de inferioridad con respecto a los hombres. ¿Y cuál es el origen de esta situación? La desobediencia de Adán y Eva trajo consecuencias: La muerte física y espiritual, dolor y trabajo, la pérdida de privilegios en el jardín de Edén, entre otros: En Génesis 3:15-16 podemos ver el castigo por el pecado de Adán y Eva, y la maldición a la serpiente (satanás). v.15 A la serpiente (satanás): “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” v.16 A la mujer: “Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor dará a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.” v.17 Al hombre dijo: “Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: no comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinas y cardos te producirá, y comerá plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.” Desde entonces, el pecado de los hombres ha traído muerte y destrucción, dolor y perversión de los principios y valores cristianos que pueden mantener la estabilidad y la pureza del matrimonio diseñado por Dios mismo, para la multiplicación y fructificación de los seres humanos: “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias Que se mueven sobre la tierra. Ambos, mujer y varón, varón y mujer, recibieron la bendición de Dios para señorear sobre la tierra. Si como mujeres no estamos disfrutando de una relación de amor, respeto e igualdad con respecto a nuestras relaciones con los demás y en todos las áreas de la vida diaria y contexto social, es necesario que miremos, valoremos y apliquemos los consejos y la guía de la Palabra de Dios en la Biblia. La familia, base de la sociedad y guardadora de los valores bíblicos, ha permitido la perversión de los roles familiares, provocando confusión en sus integrantes y familias disfuncionales, homosexualidad, divorcios, delincuencia infantil y juvenil, adicciones, deserción escolar, niños y adolescentes abandonados, etc. ¿Y cuál es La solución? No hay persona, dirigente, departamento policiaco, asociación civil o religiosa, etc., que haya podido detener el deterioro de nuestras instituciones más valiosas y la principal es la familia. La respuesta se encuentra en Jesucristo. Él dijo: “Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas. Al que oye mi palabra, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.” Juan 12:46-48 La Biblia nos provee instrucción acerca de nuestra vida familiar, matrimonial, social, política y sanitaria, además de ejemplos de fe y conducta a través de sus páginas. Los matrimonios fortalecidos en el amor de Jesucristo y su ejemplo en la obediencia a Dios son la mejor manera de compartir a sus hijos la fe cristiana. “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos; el que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.” Efesios 5:28-30 Mujer: Tú tienes una posición en Cristo como hija de Dios y te ama. Varón: Recuerda que Él pagó el mismo precio–su sangrepor cada mujer que tienes a tu alrededor: tu esposa, hija, madre, compañera de estudios o de trabajo, amiga, etc. Acepta y valora la ayuda idónea que Dios te dio y esfuérzate por crecer en la gracia y la sabiduría hasta la estatura del varón perfecto, Jesucristo. Ayuda a las mujeres que amas a alcanzar la medida de fe y conducta de una mujer virtuosa, para que tus oraciones no tengan estorbo.