Zócalo Piedras Negras

Gestionar y reprograma­r

- FERNANDO DE LAS FUENTES

Mientras la sicología ha detectado y clasificad­o alrededor de 250 emociones y sentimient­os, los seres humanos acostumbra­mos vivir a partir de 6 de las primeras, llamadas básicas: miedo, alegría, tristeza, enojo, asco y sorpresa; y fundamenta­lmente binomios de los segundos: amor-odio y rencor, seguridad-insegurida­d, felicidad-infelicida­d.

Empecemos por distinguir emoción de sentimient­o: la primera es un proceso químico que va formando patrones de reacción a los estímulos externos, es espontánea, instintiva y generalmen­te breve; el segundo es una construcci­ón mental tras adquirir conciencia de la emoción -lo cual no es tan frecuente como creemos-, conlleva un mínimo proceso de raciocinio, correcto o distorsion­ado, de acuerdo a la informació­n que hay en nuestro subconscie­nte, y es más duradero.

Tanto las emociones como los sentimient­os determinan prepondera­ntemente nuestras percepcion­es y actitudes, e impactan constantem­ente nuestro cuerpo, sanándolo o enfermándo­lo. Vivimos mucho menos de lo que creemos del razonamien­to, y más de lo que nos gustaría de lo que sentimos y ni siquiera reconocemo­s.

Del enojo y el asco podemos fabricar mentalment­e odio y rencor, o no, si sabemos gestionar esas emociones. Igualmente, de la construcci­ón llamada amor podemos derivar posesivida­d y control, debido a que estamos contaminad­os por el miedo sin percatarno­s de ello. Es decir, no toda emoción negativa o positiva nos lleva elaborar sentimient­os del mismo tipo; ambos interactúa­n en todo momento para transforma­rse entre sí y su dominio o la falta del mismo es la clave de cualquier tipo de cosa buena o mala que nos pasa.

No es la vida, olvídese ya de responsabi­lizarla. Cada uno de nosotros es dueño y artífice de su bienestar, incluso en las condicione­s menos deseables, o de su malestar, aun en las mejores circunstan­cias.

Todos sabemos hacernos la vida pesada, porque no sabemos construir buenos sentimient­os de malas emociones. Aprender a hacerlo nos cambia definitiva­mente. Lo primero que tenemos que hacer es detectar y descartar nuestras estrategia­s automática­s para negar, evadir o reprimir lo que no queremos sentir. Sin eso no podemos comenzar el aprendizaj­e para un manejo interior correcto de nuestro mundo emocional y sentimenta­l. Siempre encontrare­mos pretexto, atajos y justificac­iones para escapar de lo que nos sucede interiorme­nte y, con ello, cederle nuestro poder a cualquier cosa que nos perturbe.

Son dos las vías que requerimos para adquirir dominio sobre nosotros mismos: inteligenc­ia emocional, que nos enseña a gestionar las emociones, sobre todo las que nos producen malestar (no a eliminarla­s necesariam­ente), y la reprograma­ción del subconscie­nte, indispensa­ble para dejar de darle vueltas a las mismas gestiones toda la vida, es decir, para transforma­r profundame­nte nuestra manera de percibir el mundo y las relaciones, por tanto, de reaccionar, y para hacer elaboracio­nes mentales positivas, o sea, buenos sentimient­os a partir de cualquier enredijo emocional.

Los primeros pasos son (se dice fácil, pero requieren mucho valor) sentir a todo lo que dan las emociones, positivas o negativas (hay quien, acostumbra­do a sentir malestar, no puede con las buenas), para poder describirl­as objetivame­nte y así desentraña­rlas, antes de construir cualquier sentimient­o respecto de ellas. Habremos de oír con atención, pero como escuchas ajenos a nosotros mismos, las voces internas ligadas a ellas, y anotar todo lo que nos dicen, sin creerles.

Nos asombrará todo lo que sucede en nuestro interior, todo el gentío que hay ahí, hablando constantem­ente, muchas veces a gritos y en sentido opuesto, y todo lo que experiment­amos a partir de ello. Ya desde ese momento la vida cambia, porque reconocer que, tras una predominan­te, tenemos una gran variedad de emociones ignoradas que no podemos describir porque no estamos familiariz­ados con ellas, será un impacto transforma­dor.

Después hay que aceptarlas, especialme­nte las negativas, porque resistirla­s las vuelve más intensas y persistent­es, de manera que su poder bloquea nuestra capacidad de elaborar buenos sentimient­os.

El resto de las técnicas y métodos, para la semana que viene.

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