Jóvenes atrapados en la violencia
Hoy en día, cualquiera que traiga un celular se siente con la libertad para grabar lo que se le antoje. Nadie se detiene a razonar en las consecuencias.
Desde hace unos días circula un video que muestra a dos chicas de secundaria enfrascadas en una pelea que podría considerarse desigual, ya que una de ellas dejaba ver el coraje que sentía y el daño que estaba dispuesta a causarle a su compañera. No es la primera vez que observamos escenas de esa naturaleza, donde niños y jóvenes participan en acciones violentas.
Tales actitudes, más que una simple pelea donde se involucran estudiantes que no se llevan bien como compañeros, deberían ser tomadas como una llamada de atención tanto para autoridades educativas como para padres de familia y ¿por qué no decirlo? También para la sociedad.
Son mensajes claros de que la violencia ha ido atrapando a nuestros niños y el coraje ha ido creciendo hasta llegar a los golpes al grado de provocar la muerte poniendo punto final a una discusión, antipatía, burlas que bien pudieron resolverse a tiempo.
¿Nos hemos detenido a reflexionar a dónde se dirigen nuestros niños? ¿Qué ambiente se les está ofreciendo?
El llamado “bullying” que no es más que la intimidación de una parte a otra y que va creciendo en un entorno de antipatía y agresividad que están viviendo niños y jóvenes en centros escolares, se va convirtiendo en una bomba de tiempo a punto de explotar en un momento determinado.
No hay duda de que quienes pertenecemos a otra generación nos damos cuenta de la gran diferencia que existe en el ayer y el hoy.
La ausencia de valores y buena educación se nota en los círculos sociales, laborales, de estudio, en fin, en todas partes. El saludo cordial, el trato amable, el respeto que todos merecemos ha ido desapareciendo ¿por qué?
Tal vez por la falta de costumbre al no poner en práctica buenos modales.
Todo eso lo aprendimos en el hogar y a base de machacar una y otra vez el saludo, el dar gracias, el despedirnos, el encomendarnos a Dios antes de salir de casa. Eran y siguen siendo frases sencillas pero muy valiosas e importantes para la convivencia de los seres humanos.
Lo que aprendemos en nuestra niñez perdurará en la vida porque se convertirán en hábitos. Y creceremos con ellos.
¿Por qué se dejó que una niñez creciera sin una guía adecuada? ¿Por qué el hogar dejó de ser el lugar donde se recibía la más valiosa enseñanza? Quizás porque programas oficiales frenaron a los padres y a los maestros en su noble tarea de educar.
Llegaron consignas como “no lo regañes porque se puede traumar”; “el niño debe decidir qué hacer” ¡Como no! Pero primero hay que guiarlo de lo contrario no sabrá qué hacer y lo más importante, cómo hacerlo.
Un valor tan grande se ha ido perdiendo; me refiero al RESPETO.
Ese valor tan necesario en las relaciones humanas se ha ido perdiendo por falta de práctica, por soberbia de quienes se consideran mejor que otros y se inclinan por la agresión para mostrar su superioridad.
Nada más falso. Quienes humillan y pisotean la dignidad de otros, no muestran superioridad, sino lo que realmente son: la escoria de una sociedad. El ser bravucón no lo hace mejor ante los ojos de nadie sino lo muestra como es: una persona despreciable.
El pleito de dos jovencitas de secundaria, cuyos videos se encuentran circulando en las redes, lo único que muestra es lo mal que estamos como sociedad. Deberíamos preocuparnos y ocuparnos porque la agresividad en los jóvenes va en aumento.
Agresividad que inicia con malas palabras, con groserías en un vocabulario soez y vulgar que no importa si vienen de ellas o ellos. Todo se pretende resolver con gritos, insultos o golpes.
Se carece de liderazgos en la conducción de los niños y jóvenes.
Ni los padres ayudan a sus hijos, ni en la escuela los maestros tratan de que sus estudiantes limen asperezas. ¿Quién atendió el problema entre dos alumnas? ¿Tenía que morir una de ellas para que se inunden las redes con opiniones?
“A mi hija le hacían bullying por el color de su piel” dijo la madre de la chica fallecida. Una madre que hoy llora la pérdida de su hija. Parte de la sociedad lamenta lo ocurrido.
Unos jóvenes graban el pleito y hasta se complacen viendo a sus compañeras golpearse. Un pleito más; una diversión más para los muchachos que no saben qué hacer con su tiempo. Es preocupante que nadie fuera capaz de separar a las jovencitas.
Una de ellas está muerta víctima de la intolerancia y la estupidez. La agresora tarde o temprano deberá pagar las consecuencias de sus actos. Y más vale que sea así porque su agresividad quedó demostrada y crecerá con ella.