Zócalo Piedras Negras

Del amor y otros demonios

- CONTRALUZ MARÍA DEL CARMEN MAQUEO GARZA https://contraluzc­oah.blogspot.com/

Apropósito de la reciente celebració­n del amor y la amistad, intitulo la presente colaboraci­ón parafrasea­ndo el título de una de las novelas de García Márquez. La misma habla del amor como sorpresa y sensacione­s, rodeada de demonios ancestrale­s como lo son el miedo, la duda y los prejuicios, en una Cartagena de Indias en tiempos de la colonia. Yo desearía abordar el afecto en el contexto del tercer milenio, la ruptura de cánones y las redes sociales.

“Amor” llega a convertirs­e en un término manido, más en estas fechas cuando los comercios hacen sus grandes ventas. Se difunden, ya sea en forma presencial o a través de redes, charlas que tienen que ver con el amor, el desamor y puntos intermedio­s. Durante al menos una semana, los sentimient­os se ponen de moda, con tal penetració­n, que difícilmen­te alguno se escapa de su influencia.

Para hablar del amor, lo primero es saber dónde estamos parados. Partir de un punto que no en forma gratuita menciona el Antiguo Testamento: “Amarás al prójimo como a ti mismo”. A ratos podría parecernos un lugar común, de modo que no le damos la importanci­a que requiere. El concepto es muy sencillo: Si no me amo a mí mismo, no seré capaz de amar a otros.

Me apena decir que las dos definicion­es de amor que ofrece la RAE no me satisfacen. Ambas llevan implícito que yo sienta atracción por otro ser humano para amarlo. Considero que el alcance del amor va mucho más allá, es buscar motivos para depositar mi simpatía, mi atención y cuidados en otros seres vivos, en una causa más allá de mí mismo o en un quehacer que concentre mis intencione­s. Sucede en forma natural, como es el caso de una madre con su hijo. El niño no tiene que poner más de su parte para que la madre lo ame por él, por lo que es, de modo de establecer una corriente afectiva que inicialmen­te es asimétrica y en determinad­os períodos de su desarrollo también podrá serlo, pero la madre seguirá amándolo, amén de las circunstan­cias.

Otro modo de amar se establece en la pareja. Entre dos personas sí sucede que haya lo que acertadame­nte llaman un “clic”, que activa la percepción de una persona por la otra para iniciar una carrera común de largo aliento. De ese proceso surgirá una relación que deberá ir labrándose a través del tiempo. No es una condición dada, sino una tarea trabajada.

Los demonios a los que hace alusión García Márquez en 1994 han variado en estos últimos treinta años. El mundo ha cambiado; el entorno ha hecho lo propio, y las redes sociales vienen a complejiza­r las cosas para el corazón. Surgen nuevos fenómenos que no existían a finales del siglo pasado, lo que empuja a volver las relaciones desechable­s. Contrario a lo que sucedía en otros tiempos, como los proyectado­s en la novela del colombiano, en los que institucio­nes como el matrimonio eran indisolubl­es, hoy en día muchos jóvenes inician una vida en común mentalizad­os a que, si no funciona, disuelven el vínculo. Ello empata con la mentalidad de estos tiempos en el trabajo: no es infrecuent­e que un profesiona­l o un empleado vayan de un puesto laboral a otro, cambiando cada dos o tres años, muy contrario al modelo de permanenci­a laboral con el que muchos crecimos tiempo atrás. Esa laxitud de ataduras que, a nosotros, mayores, nos atemoriza, a los jóvenes les provee de un clima de libertad.

Si vamos al núcleo de las relaciones afectivas, hoy en día y más a raíz de la pandemia que implicó cambios súbitos y hasta pérdidas de seres queridos, apreciamos que hay elementos como el desencanto, la indiferenc­ia o la excesiva demanda. Deseamos aplicar nuestras propias matemática­s en cualesquie­ra relaciones, para medir si estoy recibiendo tanto como lo que creo estar dando. Aquí empiezan los problemas.

Contrario a la RAE, me parece que los sentimient­os afectivos surgen cuando de manera proactiva yo rompo mi cascarón y salgo a tratar de establecer relaciones de armonía con otras entidades. Cierto, como mencionamo­s en un principio, cumpliendo como prerrequis­ito con el amor propio, pues de otra forma querer amar serán meros intentos de obtener de otros, vía esas relaciones, lo que siento que a mí me falta. Será manipulaci­ón, desilusión y otros demonios.

Amar es aceptar. Aun cuando no comprendo plenamente lo que haces o por qué lo haces, te acepto. Te apoyo. Estoy aquí a tu lado. Me mantendré atento a las necesidade­s que puedas tener a lo largo del camino. Puedo sugerir, pero no imponer; recomendar sin esperar que acates lo que considero te conviene. Es claro que cada uno de nosotros enfrenta sus propias luchas interiores. Nos correspond­e ser empáticos, no juzgadores.

Buen momento para revisar cómo andamos de amor propio y qué expectativ­as tenemos hacia los demás, antes de seguir adelante.

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