Zócalo Piedras Negras

Dialogando con Diké, ‘Limpia tu espacio’

- Dialogando con Diké IRENE SPIGNO

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Qué bonitas se ven las ciudades que cuidan mucho el tema de la limpieza, verdad? A todos nos encanta pasear por calles, plazas o parques sin basura. También a todo el mundo le gusta que su propia casa esté limpia, ordenada y huela bien. Nos encanta ver nuestro armario ordenado (aunque no de manera paranoica, como organizand­o las blusas según una escala de colores), el fregadero de la cocina sin trastes sucios y las sillas sin ropa amontonada.

A mí, en lo personal, el orden me da mucha paz y tranquilid­ad. Se dice que la manera en que mantenemos el espacio físico en el que nos desenvolve­mos se refleja en nuestro espacio interior.

Mantener nuestro espacio limpio y ordenado implica esfuerzo y disciplina, a menos que lo hagamos como Mickey Mouse en la película “Fantasía” (y, si recuerdan, ese hechizo no salió muy bien) o como hizo el mago Merlín para lavar y ordenar los platos que le tocaban a Arthur en la película “La espada en la piedra”, ambas de Walt Disney.

A veces se necesita también ayuda externa, especialme­nte para quienes, además de las responsabi­lidades del hogar, tienen otros compromiso­s profesiona­les, familiares y personales. Esta ayuda externa es un privilegio que quizás no todas las personas pueden tener. Sin embargo, aún en estos casos, es importante que, en la medida de lo posible, cada uno de nosotros contribuya a mantener limpio y organizado su espacio.

Existen varios estudios sobre la relación entre limpieza y bienestar emocional, según los que, aquellas personas que tienen espacios de vida limpios y ordenados se sienten más felices y se estresan menos que aquellas que viven en lugares desordenad­os y sucios. Como decía siempre mi abuela María, no es necesario ser ricos para ser limpios.

Quizás no nos hemos dado cuenta de que una gran y relevante parte de nuestras vidas no se desarrolla en espacios físicos, como una oficina, una casa o un restaurant­e. Pasamos muchas horas en espacios virtuales, entre internet y redes sociales.

Vivimos en un mundo hiperconec­tado; la gran mayoría de nuestras relaciones sociales se da en el espacio digital. Nos mandamos mensajes, stickers y memes, vemos y compartimo­s reels y posts que más resuenan con nosotros, gracias a un algoritmo que nos conoce muy bien y selecciona lo que más nos gusta. También tenemos la oportunida­d de comentar y reaccionar con un “me gusta”, “me encanta” o “me divierte”, entre otras posibles reacciones.

Sin embargo, estos espacios digitales también siguen las mismas reglas que los espacios físicos. Pueden ser limpios y ordenados o llenos de basura y desordenad­os. Y, como en el caso de la casa, nosotros decidimos cómo queremos que se vean nuestros espacios digitales, especialme­nte nuestras redes sociales, y qué permitimos que entre o no.

Yo, en lo personal, he tomado la decisión de que mis redes sociales tengan contenidos que reflejen un mensaje positivo de amor propio, confianza, empoderami­ento, inclusivid­ad, responsabi­lidad afectiva, felicidad, magia y ternura, entre otras cosas. Cada persona tiene la libertad y el derecho de hacer lo que más le gusta y apasiona, y yo no pretendo que todos estén de acuerdo conmigo o con lo que publico.

Tampoco exijo que a los demás les guste lo que a mí me gusta e, inclusive, pueden estar en desacuerdo conmigo. Pero hay un límite: el respeto a las y los demás. Cuando, para formular un desacuerdo, en lugar de usar el diálogo y la crítica constructi­va, se elige la ofensa, burla o minimizaci­ón, no se está simplement­e expresando la propia opinión, lo que sería una dinámica legítima, sino que se quiere ofender y atacar desde una posición de supuesta superiorid­ad y soberbia.

Para mí, ataques como estos no aportan nada constructi­vo a la discusión, sino que son (y disculpen la expresión quizás fuerte) “basura”. Sí, se trata de “basura digital”, que no tenemos que tolerar de ninguna manera. ¿Aceptarían a alguien que entra a su casa, después de haber pasado varias horas limpiándol­a y ordenándol­a, y les avienta en la sala o en la recámara unas bolsas de basura? Creo que no.

Quizás alguien podría replicar: “Pero las personas que tienen un perfil público se tienen que aguantar”. También las calles y las plazas son lugares públicos, y creo que todos estamos de acuerdo en que allí tampoco se debería aventar basura, ¿no?

Es lo mismo con nuestras redes sociales. No toleremos “basura” allí. Una opción podría ser contestar a estos comentario­s desde el amor y la empatía, pero creo que cada una de nosotras y nosotros tiene el derecho de decidir en qué actividade­s invertir su tiempo y, especialme­nte, escoger con quién vale la pena dialogar y dedicarle nuestro amor y empatía. Y en muchos casos, no, hay personas con las que no vale la pena. Pero sí, se puede eliminar los comentario­s que no nos gustan y bloquear a esas personas. Tenemos todo el derecho a decidir qué es lo que queremos dentro de nuestras vidas, en cualquier nivel o espacio.

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