Zócalo Saltillo

¿Y ahora qué hacemos?

- DAN T.

El lunes 9 de marzo fue un día extraño, ¿no crees? Cada vez que salía a la calle o que entraba en la redacción, volvía a sorprender­me. Avenidas desiertas en horas que deberían de ser pico, escritorio­s vacíos cubiertos -como en viernes de dolorescon pañuelos violeta. De la sorpresa por no encontrar tráfico, mi siguiente paso mental era recordar por qué estaba todo tan vacío. No hay mujeres. Un paro nacional. Hoy no salieron. Hoy las perdimos a todas.

Y es que no se trata de un asueto. ¡Para nada! Justo se trata de pensar, entre todos cómo diablos fue que llegamos hasta aquí y qué vamos a hacer para remediarlo. Porque por más que AMLO piense que todo tiene qué ver con él, la realidad es que el reclamo no es solo al Gobierno, sino a toda la sociedad que somos, esa que necesita que haya vagones especiales o camiones especiales para mujeres porque hay imbéciles que se sienten con derechos sobre ellas. En estos días he leído a muchas mujeres criticar las marchas y, en general, a las otras mujeres que quieren cambiar a México. Me sorprende que su argumento es: “no a todas nos ha ido mal; yo tuve un padre maravillos­o y un hermano fantástico; y alguien que siempre me cuidara”. Dan ganas, de entrada, de felicitarl­a por haber vivido todos estos años en un mundo de fantasía. Pero no se trata de burlarse, sino de hacer ver a quienes no ven o, mejor dicho, a quienes no quieren ver que se trata de cambiar quiénes somos como sociedad. Y el mejor indicador que podemos tener es el las mujeres.

Si ellas no tienen que preocupars­e por cómo van vestidas en la calle, vamos bien. Si ellas no corren mayor riesgo por el simple hecho de ser mujeres, vamos bien. Si ellas no son violadas por sus propios parientes, vamos bien. Si ellas no tienen que andar con audífonos en la calle para no escuchar las cerdadas que les dicen, vamos bien. Si no tienen que enfrentar la difamación de “se acostó con alguien” por haber conseguido un ascenso, vamos bien. Si no tienen que salir miles a marchar para sentirse libres y seguras, vamos bien. Pero como nada de eso pasa, entonces vamos del carajo.

¿Y qué vamos a hacer? Esto no se puede quedar aquí. No puede ser que ayer hayamos visto desbordars­e la emoción y que hoy veamos desaparece­r a la mitad de nosotros y no hagamos nada. Creo que uno de los principale­s retos para los hombres es dejar de ser cómplices. Me refiero a todas esas pequeñas actitudes que tenemos tan interioriz­adas y que poco o nada hacemos para desterrarl­as. El pinchesvie­jas (y todo lo que implica) sigue siendo parte del código entre cuates, de los valores sobreenten­didos en los chats de amigos.

Obviamente más de una vez yo mismo he sido ese amigo que no entiende y que no se da cuenta. Lo sé, lo reconozco. Por eso creo que si lo que vimos el domingo en la marcha y el lunes en el paro nacional nos emocionó, lo que hagamos a partir del 10M definirá el país que le vamos a dejar a nuestros hijos y a Chabelo. Y si no tienes hijas o hijos, tienes una mujer cerca a la que han acosado, han manoseado, han intentado abusar de ella en tantas maneras que ni siquiera lo imaginas. O, peor aún, sí lo imaginas, lo sabes porque lo has visto y jamás has dicho nada.

¿Qué sigue a partir del 10M? Creo que sigue dejar de hacernos tontos, dejar de ser cómplices y dejar de guardar silencio. Estuve en la marcha y hubo momentos emocionant­es, algunos que realmente te provocaban ganas de llorar. Quiero pensar y creer que no fue una emoción del momento. Realmente creo que este fin de semana empezó el cambio. Y nos toca seguirlo empujando.

¡Nos vemos el jueves!

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