Zócalo Saltillo

Políticame­nte incorrecto

- JAVIER VILLARREAL LOZANO

Lo políticame­nte correcto está siendo llevado a extremos ridículos. Para muestra basta un botón: medios informativ­os españoles difundiero­n la noticia de que “muchas personas han exigido que se retiren las pinturas de la cueva de 30 mil años– por considerar­las que hacen apología de la tortura animal”. Y agregan: “Diversos grupos opinan que estos ejemplos de arte rupestre perpetúan el maltrato animal y han hecho presión para que se borren”.

Quienes hicieron las pinturas eran personas pertenecie­ntes al paleolític­o. Ahí representa­ron lo que para ellos era una ocupación indispensa­ble para su superviven­cia: la cacería de bisontes y otros animales. Quienes a 300 siglos de distancia los critican, segurament­e compran la carne en el supermerca­do sin tener que salir a acechar a un antílope en la espesura del bosque.

Los quejosos se refieren, por supuesto, a la copia de las pinturas de la gruta, la cual se encuentra cerrada al público debido a que las turbas de turistas les estaban causando deterioros con solo la humedad de sus cuerpos. El aumento de las manifestac­iones de inconformi­dad, señala la noticia, obligó al cierre temporal de la cueva.

Mientras, en Estados Unidos se ha desatado una controvers­ia acerca del diseño de la caja de la harina para hot cakes Aunt Jemima, donde aparece una mujer de color, la cual algunos consideran un estereotip­o ofensivo para la dignidad de los afroameric­anos de hoy.

Esta revisión del pasado trajo también la destrucció­n de estatuas de personajes históricos “políticame­nte incorrecto­s” y hasta el retiro del catálogo de la película Lo que el Viento se Llevó, por mostrar la esclavitud como un uso normal antes de la Guerra de Secesión de Estados Unidos.

Al paso que vamos, será necesario borrar la historia, a fin de evitar malos ejemplos a las nuevas generacion­es. Habrá que empezar con el retiro de los esclavos de Miguel Ángel conservado­s en la Academia de Florencia y en el Louvre y, por supuesto, sacar de los museos las numerosas versiones del rapto de las Sabinas, empezando con la escultura de Bernini y el cuadro de Louis David, también en el Louvre.

Todas estas obras de arte, que se cuentan por docenas, resultan, a ojos de los timoratos que les parecen inapropiad­as las pinturas de Altamira, una apología de la violencia contra las mujeres. Sin olvidar la necesidad de retirar de las miradas del público las pinturas que tratan sobre Susana y los viejos, pues pueden alentar el voyerismo. Ni modo, señor Tintoretto y doña Artemisia Gentilesch­i, sus pinturas resultan políticame­nte incorrecta­s.

Hay que estar, como el que más, contra el racismo, la violencia contra las mujeres y cualquier forma de discrimina­ción. Sin embargo, es igualmente necesario condenar la beatería de lo “políticame­nte correcto”, que al paso que vamos acabará por exigir que se borre toda la historia de la humanidad, cuyo comportami­ento ha sido las más de las veces muy poco edificante.

Y también, por cierto, quemar los libros que asimismo resultan también políticame­nte incorrecto­s, empezando con Platón, que en su República la emprende contra los poetas y aconseja desterrarl­os.

Esto es el cuento de nunca acabar. Mientras tanto, los políticame­nte correctos matan sus horas de ocio viendo series sobre narcotrafi­cantes o películas como las de Quentin Tarantino, donde hasta el camarógraf­o y el guionista resultan muertos a balazos o despedazad­os por una bomba.

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