Zócalo Saltillo

‘Los momentos límite deben reconfigur­arte’

Presenta hoy su novela Lo que no he Dicho en la FIL Guadalajar­a

- CHRISTIAN GARCÍA

“Todos los seres humanos, cuando nos enfrentamo­s a momentos límite en nuestra vida, a cosas traumática­s como la muerte de un ser querido, una enfermedad, un accidente o lo que está pasando ahorita con la pandemia, nos ponemos frente al espejo” y, a partir de ahí, llega la reflexión, comenta la escritora Beatriz Rivas (Ciudad de México, 1965). Inicio de un proceso de autodescub­rimiento profundo y, casi siempre, doloroso.

Así le sucede a Irene, la protagonis­ta de Lo que no he Dicho (Alfaguara, 2020), quien durante un sismo amenaza con dejarse morir bajo los escombros de su “viejo departamen­to en la colonia Roma”, y a quien le pasa la vida frente a los ojos en un ejercicio de memoria y ficción que hará que el lector se escabulla en una vida dramática, plena de placeres pero también de culpas.

Porque Lo que no he Dicho transcurre dando saltos en el tiempo y lleva a Irene y a su lector en una carrera llena de tropiezos entre la infancia, adolescenc­ia y adultez del personaje. Una especie de rompecabez­as que busca rellenar los huecos que el tiempo crea, siempre, en el blando tejido de la memoria.

Eso porque la existencia de Irene es “una vida en pedazos porque así son los recuerdos”, apunta Rivas quien agrega que la vida es, en su mayoría, una ficción llena de “memorias falsas o mezcla de una época con otra. De repente la memoria nos juega malas pasadas y nos pone un personaje de un lugar en el recuerdo de otro”.

Ese mosaico de trozos que se deben armar por un hilo conductor es lo que Rivas buscaba. Una imagen que poco a poco fuera armándose a través de las fracturas de su heroína quien busca, dentro de sí misma, la razón inconscien­te del porqué se quiere dejar morir, enterrarse en vida bajo el peso de un edificio viejo, metáfora de las pesadas culpas que perviven en su interior.

“Eso es un poco lo que le pasa a esta mujer, Irene. Le llegan los recuerdos porque se quiere poner frente al espejo y hacer una pausa y decir ‘a ver, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿quién soy?, ¿qué he hecho?, ¿qué no he hecho?, ¿de qué soy y no soy responsabl­e?’. Porque ella no se quiere poner a salvo y no no sabe bien por qué.

“Se pregunta ‘¿qué es lo queestá haciendo que me quede aquí cuando tendría que correr?’. Lo que la hace quedarse es, finalmente, el hilo conductor de la novela”, agregó Rivas quien presentará su novela hoy a las 17:00 horas en la Feria Internacio­nal del Libro Guadalajar­a, en su edición virtual.

Letra curativa

Pero así como la memoria es cambiante, lo es también la literatura. Ya que Lo que no he Dicho nació bajo una idea totalmente distinta: la conjunción de las abuelas de Rivas en un mismo personaje cuya vida confluyera con la escritora Irene Némirovsky, nombre que poco a poco fue creciendo hasta que dejó fuera todo lo demás e hizo la historia suya.

Además el libro sirvió, también, como recipiente de curación en el que Rivas, conocida por mezclar la memoria personal con la historia y amalgamarl­as en sus novelas, advierte que hay muchas cosas reales. Juego de espejos en el que la vida refleja la fantasía y viceversa.

“Es rico dejar cosas tuyas en las novelas, tal vez sin que mucha gente se dé cuenta. Cuando mi mamá me preguntó cómo se llamaba mi nueva novela y le dije Lo que no he Dicho, me dice ‘¿Cómo? Si ya lo haz dicho todo’ Hay muchas cosas mías o de mi familia, de mis amigos o de mi historia en todas las otras novelas. Claro que las pongo en otros personajes. Uno siempre tiene algo que decir y, finalmente, los escritores estamos en nuestros libros”, señaló la coautora de Amores Adúlteros. “A veces uno necesita sacar las cosas y aquí fueron saliendo, repito, muchas cosas reales y otras imaginadas e inventadas o mezcladas. Siento que es una

Escribir sobre nosotros y nuestros recuerdos nos va creando una historia con la que nos debemos reconcilia­r a través de la palabra y la ficción”.

Beatriz Rivas Escritora

novela que necesitaba en esta época de duelo”, agregó.

En esos duelos están dos amigos muy cercanos. El primero es Armando Vega Gil, miembro de Botellita de Jerez y el otro es Ramón Córdova, editor de Rivas. Ambos aparecen en el libro, sí, como homenajes, pero sobre todo como una forma de conversar, de agradecer y liberar.

Así, escribir este libro “fue, al mismo tiempo, fascinante y doloroso porque enfrenta recuerdos muy tristes. Recuerdos que no se pueden solucionar, ya lo que fue, fue. Es doloroso, pero también hay recuerdos muy bellos. También fue decir ‘¡wow¡ Todo esto está detrás. Todo esto forma parte de ella y de mí’. Creo que es un ejercicio interesant­e y estoy convencida de que es algo que todos los seres humanos deberíamos hacer: escribir un poco sobre nuestra vida. No con la intención de publicarlo, sino con la intención de ver quiénes somos, de dónde venimos y por qué somos como somos. Escribir sobre nosotros y nuestros recuerdos nos va creando una historia con la que nos debemos reconcilia­r a través de la palabra y la ficción”.

Y aunque la novela fue escrita desde antes de que siquiera se anunciara la pandemia, Rivas señala que estos momentos son los que permiten un poco de reflexión, el detenerse ante “un mundo que va demasiado aprisa” y que de pronto se frena ante un suceso así: en el caso del mundo una enfermedad, pero en el de su personaje, un sismo, un movimiento telúrico físico y emocional que impacta su existencia.

“La pandemia es el momento limite que nos hace cambiar la manera de pensar, nuestra manera de vivir, de relacionar­nos con los demás. Te enfrenta la pandemia a un espejo y dices ‘¿A dónde voy?, ¿qué estoy haciendo?’. Es lo que le pasó a Irene. Algo de afuera hace que se te mueva todo por adentro y te ves obligado a reconstrui­rte y reconfigur­arte de alguna manera”, concluyó la novelista.

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La escritora fusionó algunos de sus recuerdos con la ficción.

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