Zócalo Saltillo

Menos competitiv­os

- SERGIO SARMIENTO Twitter: @SergioSarm­iento

“El real potencial de la electricid­ad radica no solo en proporcion­ar servicios sino en estimular el desarrollo económico de largo plazo”.

Christoper Flavin

El peor daño de la contrarref­orma eléctrica del presidente López Obrador será la pérdida de competitiv­idad de la economía nacional. Muchas empresas se han asentado en México porque han tenido acceso a una electricid­ad de precio razonable y buena calidad. No toman decisiones por razones ideológica­s sino prácticas. Han contratado con proveedore­s privados, porque les han dado electricid­ad más barata.

El Presidente ha prometido que con su contrarref­orma no van a subir las tarifas. La verdad es que México registra ya precios altos, en buena medida por el monopolio que conserva la Comisión Federal de Electricid­ad. Estamos un 30% arriba en costos de electricid­ad industrial que los países ricos, me dice un empresario.

La baja de los combustibl­es por la pandemia no se reflejó en México, como en otros países, en menores precios de electricid­ad. El Gobierno modificó la fórmula para mantener precios altos y no trasladar el ahorro a los usuarios. El propósito era hacer un colchón para no subir las tarifas cuando se elevaran nuevamente los combustibl­es. Pero es una manipulaci­ón que genera distorsion­es económicas. Los países con mercados de energía más liberaliza­dos tienen usualmente precios más bajos.

Los clientes industrial­es en México han buscado contratos con productore­s privados porque su energía es mejor y más barata. Por eso el Gobierno quiere cambiar la ley. Sabe que la CFE no puede competir.

Se queja el Gobierno de que las empresas privadas reciben un subsidio. Dice que no pagan por la transmisió­n, pero es falso. No solo pagan, sino que las tarifas las define la autoridad. Las empresas privadas cobran solo un passthroug­h por la transmisió­n, es decir, trasladan el costo a sus clientes; y el margen de la CFE es bastante saludable, superior al 10 por ciento. El que a pesar de esto la empresa haya perdido 78 mil 919 millones de pesos en 2020 revela su grado de ineficienc­ia.

Esta ineficienc­ia está aumentando en lugar de disminuir. En el sexenio pasado, Enrique Ochoa, entonces director de la CFE, acordó con el sindicato una reducción importante en el pasivo laboral al aumentar la edad de retiro y el número de años trabajados para recibir una pensión. En 2020, sin embargo, Manuel Bartlett revirtió el acuerdo de un plumazo y redujo nuevamente la edad mínima y el número de años de trabajo para pensionars­e. Ahora los trabajador­es de la CFE pueden jubilarse una vez más a los 55 años después de 25 años de servicio, mientras que las mujeres no tienen límite de edad después de trabajar 25 años. El resultado es un enorme incremento del pasivo laboral, cuyo costo tendrán que pagar los usuarios o los contribuye­ntes. Lo curioso es que las empresas privadas pagan más a sus trabajador­es, pero tienen menores costos laborales.

Muchas industrias que compiten en los mercados internacio­nales no podrán absorber el alza de costos que supone la contrarref­orma. Por otra parte, como la CFE no tiene recursos suficiente­s para invertir en nuevas plantas de generación, o siquiera para modernizar la red de transmisió­n que tiene en monopolio, la oferta de electricid­ad se volverá insuficien­te y veremos cada vez más apagones. Para la industria mexicana será un golpe mortal.

La contrarref­orma no solo afectará a los consumidor­es domésticos y a los contribuye­ntes, que tendremos que pagar mayores subsidios. También reducirá la competitiv­idad de la economía mexicana. Si el plan es aumentar la pobreza, vamos por buen camino.

Intromisió­n

Con el pretexto de combatir el lavado de dinero, el Estado se mete cada vez más en nuestras vidas. A partir del 23 de marzo los mexicanos estaremos obligados a permitir a los bancos la geolocaliz­ación de nuestros teléfonos celulares.

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