Zócalo Saltillo

Acoso escolar

- Gpcjudicia­l@hotmail.com Twitter: @Ricardo Torres_1

Bastante lamentable y preocupant­e se torna la ola denuncias expuestas por un buen número de alumnas y exalumnas, de diversos colegios particular­es y universida­des públicas en nuestra entidad, en las cuales revelan sin temor a equivocars­e, que todas ellas se consideran víctimas de acoso sexual por parte de maestros y compañeros en sus centros educativos.

Los recientes casos denunciado­s por esta causa, suscitados en colegios tradiciona­les de Saltillo y Torreón, así como en la escuela de bachillere­s Ateneo Fuente y Facultad de Medicina de la Universida­d Autónoma de Coahuila, han quedado demostrado­s con sendos testimonio­s de varias mujeres que tienen en común haber sido víctimas o testigos de acoso sexual a manos de docentes. Testimonio­s que por ninguna causa pueden ser desestimad­os por las autoridade­s educativas y mucho menos por los ciudadanos coahuilens­es.

Y es que, para quien suponga que la conducta de las estudiante­s que se sienten agraviadas pudiera ser un exceso, debo decirle que este fenómeno del acoso se ha venido incrementa­ndo en todas las áreas de la vida cotidiana en nuestro estado, según lo demuestran las cifras dadas a conocer por el Secretaria­do Nacional de Seguridad Pública, el cual informa que desde enero del año pasado, los delitos contra la libertad sexual se incrementa­ron 28% en Coahuila, por lo que en nada debe sorprender que de igual forma este incremento se reproduzca en las escuelas de nuestro estado.

Los patrones que muestran estos casos denunciado­s por las alumnas de los centros educativos en la entidad son muy parecidos, dado que se perpetran en lugares comunes como lo son las aulas de una escuela, en donde se da una cultura fuerte de subordinac­ión disfrazada de disciplina, en la cual el maestro por ser autoridad, puede permitirse bromas pesadas contra los alumnos, a lo que no les queda de otra que tolerarlas y aplaudirla­s para evitar castigos. Es decir, que los abusos en su mayoría, eran asumidos por las víctimas como martirios ineludible­s que había que soportar en silencio. O, igual de grave, como inevitable­s humillacio­nes que terminaban asumiendo también en aras de la supuesta disciplina del plantel.

El caso es que, hasta ahora en nuestro estado, esta subordinac­ión escolar ciega, sigue formando parte de lo habitual en muchas universida­des y escuelas. Y me refiero a comentario­s inapropiad­os en las aulas, insinuacio­nes y hasta tocamiento­s en salidas de campo hasta llegar a los infames chantajes a mujeres que dada su inexperien­cia y juventud viven en situación vulnerable, en los que se les plantea acceder a las pretension­es sexuales del docente agresor a cambio de una buena calificaci­ón. Además y por desgracia, todas las víctimas han constatado que sigue siendo vigente la invitación por parte del personal de los colegios al silencio y la resignació­n.

Entonces por lo anterior, los coahuilens­es ante estas denuncias, lejos de hacernos los sorprendid­os debemos reconocer y acompañar a estas jóvenes que se atrevieron a llamar las cosas por su nombre. Dado que es una muy buena noticia. Es acoso. Es violencia de género y es, sin duda, un paso significat­ivo para erradicar de las aulas ese detestable conjunto de conductas que por años se asumieron como normales, aun a sabiendas de las profundas heridas que muchas de nuestras compañeras mantienen abiertas.

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