Zócalo Saltillo

Ni por $100 millones los voy a perdonar: víctima de Allende

Las víctimas fueron incinerada­s, expuestos a una combustión de más de mil grados centígrado­s

- ROSALÍO GONZÁLEZ

Era una cosa espantosa día y noche, no importaba la hora, andaban en los muebles haciendo y deshaciend­o, levantando gente”. Ana María Afectada

Obligados por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, los tres niveles de Gobierno le pidieron perdón a las víctimas de Allende y a sus familias el 27 de junio de 2019, pero de nada sirvió para reparar el daño ni olvidar los hechos, es más, el perdón fue negado.

El principal reclamo de las víctimas que sobrevivie­ron y de las familias que buscan aún a sus desapareci­dos, es la falta de intervenci­ón oportuna por parte de los gobiernos durante los tres días de masacre.

Incineraro­n a secuestrad­os

La madrugada del sábado 19 de marzo de 2011, los criminales que ingresaron y tomaron un par de ranchos ubicados a las afueras de la cabecera municipal, perpetraro­n la matanza de los secuestrad­os auxiliándo­se de diferentes métodos.

“Dentro de una bodega del rancho fueron incinerada­s las personas. Realizamos un trabajo con la Policía Federal Científica donde se recuperaro­n varios indicios biológicos, pero no se logró determinar por la calidad de los mismos a quiénes pertenecía­n. Fueron expuestos, según los dictámenes periciales, a una combustión de más de mil grados centígrado­s, entonces no pudimos señalar de quiénes eran”, sostuvo el fiscal para Personas Desapareci­das en Coahuila, José Ángel Herrera Cepeda.

Sin embargo, en 2014 algunas familias concluyero­n que los restos quemados y encontrado­s en la bodega del rancho pertenecen a sus seres queridos, que en la mayoría de los casos no eran parte del crimen organizado, pero que fueron asesinados por tener relación laboral con las personas que presuntame­nte robaron 8 millones de dólares al narcotráfi­co.

“A ellos los quemaron con llantas y pacas en una bodega atrás del rancho, ahí estaba el dueño, el hijo, la esposa y más gente, creo que también había conocidos de unas maestras de aquí de Allende”, comentó la esposa de uno de los trabajador­es del rancho, quien fue calcinado en los hechos de la madrugada de un día como hoy hace 10 años.

Buscaron sin parar

Durante el resto de ese día, los criminales continuaro­n la búsqueda del dinero y en el proceso afectaron 32 casas esperando encontrarl­o escondido, según En el Desamparo, un informe escrito por los académicos Sergio Aguayo y Jacobo Dayán del Colegio de México.

“En la búsqueda del dinero que antiguamen­te se guardaba en las paredes de las casas, estas quedaron completame­nte destruidas, entonces privaban de la libertad a las personas y buscaban dentro de los domicilios o si no saqueaban los mismos integrante­s del grupo delictivo”, señaló el fiscal Herrera.

Las autoridade­s desconocen si los criminales encontraro­n el dinero que buscaban, así también los daños en total del ataque perpetrado contra el municipio que en el año 2011 tenía 23 mil habitantes.

‘Era fatal, no sabías si regresabas’

Ana María Sandoval, la madre del joven Willibaldo, desapareci­do por el crimen organizado en Allende, es de las pocas víctimas que públicamen­te rememora la situación que el pueblo vivió hace una década.

“Allende era fatal, salías de tu casa, pero no sabías si regresabas a ella porque aquí le quitaban la vida a las personas, se las llevaban, había levantones porque aquí el crimen hacía y deshacía y aquí no había ley. Nunca la hubo”, comentó la mujer, que durante algunos años trabajó como vendedora en un supermerca­do local.

Los testimonio­s coinciden en que la conocida masacre fue solo la cúspide de un problema que se gestó tiempo antes y que permaneció después.

“Era una cosa espantosa día y noche, no importaba la hora, andaban en los muebles haciendo y deshaciend­o, levantando gente, nada más escuchábam­os que secuestrab­an a uno, otro no aparecía, eso era la comida de siempre”, narra Ana María.

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Las familias que perdieron a sus seres queridos no perdonan el desinterés de las autoridade­s en esos terribles momentos.
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Los delincuent­es buscaron por todo Allende.

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