‘El amor y la muerte desatan todas las pasiones humanas’
Debuta el poeta Sergio Pérez Torres en la novela con Los Arcoíris Negros
Para el poeta regiomontano Sergio Pérez Torres “el erotismo y lo mórbido son una especie de yin y yang en la que siempre hay un poco de uno en el otro”. Esas pulsiones son las que “desencadenan las pasiones humanas” más profundas. Así, el amor y la muerte bailan entrelazadas, siempre, en lo profundo del ser humano y son las que desatan la historia que sucede en Los Arcoíris Negros (Editorial De Otro Tipo, 2021), primera novela del escritor, en la que su protagonista relata su vida a través de “momentos clave para él”.
Así, el tiempo se concatena en el presente y el pasado. Momentos que se rodean de asesinatos, suicidios y velorios, así como de las juergas locas en París, dando paso a sexo duro cuyo inicio estuvo en una caminata a través de las catacumbas francesas. Saltos temporales que cartografían un mapa en el que las antípodas son, como señala, la vida y la muerte.
“La relación del Eros con el Tanatos va más allá de lo que está viviendo el personaje. Porque me parece que la relación que tiende una tensión muy fuerte es la del amor y la muerte, porque ambos, por más contrarios y contrapuesto que puedan parecer, son los que detonan y desatan todas las pasiones humanas. Nos arrastran sin poder defendernos. Acá se alternan esos momentos de pesadumbre con los de éxtasis, y en otros no queda claro dónde termina uno y empieza otro.
“Entonces toda esa carga de la muerte no deja de traer, en sí misma, algo de erotismo, como demuestran las prácticas sexuales del ahogamiento, o el hecho de que los franceses llamen al orgasmo la pequeña muerte. Así el erotismo y lo mórbido son una especie de yin yang en la que siempre hay un poco de uno en el otro”, comentó Pérez Torres a Zócalo en entrevista.
Juego de memorias
Los Arcoíris Negros juega con el tiempo y presenta una serie de
estampas que permiten al lector imaginar lo que sucede entre una y otra, aunque muchas veces no tengan una concordancia. La novela es un tejido de memorias que se han clavado profundo en la sique del personaje.
Así, la narración en primera persona permite al lector preguntarse qué tanto de esa experiencia realmente sucedió y cuánto se está inventando. Porque “los recuerdos mienten”, según el autor, y son material distinto para el verso y la prosa.
“Para escribir esta novela tuve dos cuestiones: la primera es que desconfío mucho de mi memoria. Cualquier experiencia personal, incluso las que están grabadas en video, están sujetas a la interpretación, entonces gran parte de los recuerdos que tenemos me parecen un grado de autoficción.
“La segunda es el proceso de escribir esas memorias. Cuando lo he hecho como poeta siempre hubo momentos que me provocaron algo de ansiedad, pesadumbre y melancolía, pero ahora que los trabajé en narrativa fue asombroso, porque descubrí que aunque hablara sobre un velorio, un suicidio o demás, me producía mucha gracia. No conocía el goce de mi escritura, para mí fue redescubrir este proceso creativo al trabajar Los Arcoíris Negros”, comentó.