Una nueva clase política
Poco a poco, con un caso aquí y otro allá, pero eso sí, cada vez más frecuentemente, empezamos a descubrir qué significa en los hechos eso de dignificar la vida pública y construir una nueva y mejorada clase política, y lo que vemos, como una especie de punta del iceberg, francamente provoca náuseas: mentiras, manipulación, acoso y abuso sexual, y no menos grave, la negativa de forma y fondo de asumir las consecuencias de sus actos, y que candidatos y autoridades, sin pudor alguno, se refugien en la impunidad que les otorga un contexto general de vulgaridad y menosprecio a la ciudadanía.
Podrá usted argumentar que siempre ha sido así, que siempre hemos tenido una clase política abusiva, corrupta e impune, y que ahora por lo menos ya no roban. Puede ser, pero lo cierto es que como ciudadanos carecemos de instrumentos confiables para validar esto, y como nadie los fiscaliza, tendríamos que confiar en la palabra de los que sostienen la honestidad como su máximo valor.
El tema es que antes, al menos, se guardaban las formas, pero ahora impera el total descaro. Son, en su esencia, lo mismo de siempre, pero ahora se exhiben y los exhiben, y quedan impunes. Quién sabe bajo qué parámetros esto sea un avance.
Que una candidata niega, sistemáticamente, haber conocido al líder de una secta sexual, pero luego se le exhibe en una amplia charla con este depredador preso en EU. Mintió, descaradamente, pero sigue de candidata.
Que otro aspirante a Gobernador, acusado por cinco mujeres de abuso sexual, niega haber realizado precampaña, pero luego culpa a su partido por no haber reportado los gastos de este proceso que en principio negó. Y no pasa nada.
Que otro candidato es exhibido tocando glúteos y senos de mujeres a su alrededor –simplemente acoso y hasta abuso–, y no pasa nada. Y así, decenas de casos más, e invariablemente encontramos como respuesta el negar lo evidente o reducirlo a un complot en su contra.
Que carencia, como seres humanos, de valores fundamentales como la moral, la ética, la dignidad y la congruencia entre lo que se dice y lo que efectivamente se hace.
Candidatos, de todos los niveles y en todos lados, que apuestan por hurgar en la vida y familia del contrincante, en lugar de ponderar la oferta propia. Campañas que se convierten en espectáculos envilecidos, generosos en descalificaciones, pero muy pobres en planteamientos concretos, en ofertas viables, realistas.
Pues esa es la nueva y mejorada clase política que se construye. Por los ejemplos, cada vez más frecuentes, es que podemos dimensionar qué significa realmente eso de dignificar la vida pública y, francamente, provoca náuseas.