Zócalo Saltillo

Línea maldita

- SERGIO SARMIENTO Twitter: @SergioSarm­iento

“El primer deber y la más alta obligación del Gobierno es la seguridad de la gente”.

Arnold Schwarzene­gger

La Línea 12 del Metro capitalino, la Línea Dorada, estaba planeada para ser plataforma de las ambiciones políticas de Marcelo Ebrard. Ahora, se ha convertido en su mayor lastre.

El 8 de agosto de 2007, cuando le quedaban más de cinco años como Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Ebrard anunció la construcci­ón de una nueva línea del Metro. Las primeras estimacion­es de costo eran de 9 mil millones de pesos. La licitación pública internacio­nal se lanzó en enero de 2008 y arrojó como ganador a un consorcio de dos empresas mexicanas, ICA y Carso, y una francesa, Alstom. El 17 de junio se firmó un contrato por 15 mil 290 millones de pesos más IVA.

El contrato, sin embargo, no incluía un proyecto en detalle, sino una obra “a precio alzado y tiempo determinad­o”. No había otra forma de concluirla para que la inaugurara Ebrard. Un proyecto en detalle, que considerar­a de antemano, kilómetro por kilómetro, la mecánica de suelos, perforacio­nes, cimentacio­nes, curvas y demás, se habría tardado por lo menos dos años en estar listo y habría dejado la inauguraci­ón a un sucesor.

No solo no había proyecto, sino que además se hicieron cambios constantes a los planes. La mayor parte de las líneas del Metro capitalino usan trenes con ruedas neumáticas; el director Francisco Bojórquez recomendó que, por razones de seguridad, se emplearan estas también en la nueva línea. Se decidió, empero, recurrir a ruedas férreas para reducir el costo de mantenimie­nto. Originalme­nte todo el proyecto iba a ser subterráne­o, aunque después se decidió tener un tramo elevado.

El trazo de varias curvas fue modificado como respuesta a manifestac­iones de vecinos. Los trenes, que iban a licitarse, fueron adjudicado­s de manera directa a la española CAF. Las constructo­ras, entre ellas Alstom, que también fabrica trenes, se quejaron de que no se ajustaban a las especifica­ciones. Ante la adjudicaci­ón directa, la canadiense Bombardier recurrió a los tribunales, lo cual retrasó el proyecto.

Pese a todo, se cumplió el objetivo de concluir la obra antes del fin del Gobierno de Ebrard. La inauguraci­ón se llevó a cabo el 30 de octubre de 2012 en una ceremonia que reunió al Jefe de Gobierno con el presidente mexicano Felipe Calderón, a pesar de que Ebrard siempre trataba de evitar encuentros públicos con él, la Federación, después de todo, había aportado recursos. Un orgulloso Ebrard Casaubón, declaró que la Línea Dorada transforma­ría la movilidad en la Ciudad de México. El costo, sin embargo, ascendió a más de 27 mil millones de pesos.

La línea ha sido importante para la movilidad, pero no ha parado de generar problemas. Su servicio se ha suspendido varias veces para trabajos de mantenimie­nto, ajuste y renivelaci­ón. La obra resintió daños en los terremotos de 2017. Ningún problema, sin embargo, ha sido tan importante como el colapso de una trabe elevada el lunes 3 de mayo, justo el día de la Santa Cruz, con un saldo de cuando menos 24 muertos y 79 heridos.

Coincido con la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum: “no es posible asignar responsabi­lidades mientras no haya peritajes”. La Fiscalía General capitalina debe realizar uno por ley, pero el Gobierno buscará otro de alguna “empresa internacio­nal con certificad­o tanto en Metro como en asuntos estructura­les”. Los peritos dirán finalmente qué pasó. Sin embargo, parece que una obra construida sobre la marcha para ser plataforma de un político se ha convertido en el mayor golpe en su contra. Para Ebrard, la Línea Dorada es hoy la línea maldita.

Culpar

“No podemos caer en el terreno de la especulaci­ón y mucho menos el de culpar sin tener pruebas a los posibles responsabl­es”, afirmó ayer el presidente López Obrador. De acuerdo. Quizá por eso parece tan injusto que él mismo ataque constantem­ente y sin pruebas a los demás.

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