Zócalo Saltillo

Hablar por teléfono en botes de Rexal

- CARLOS GAYTÁN DÁVILA

¿Cuántas historias, romances, desencuent­ros, citas o simples conversaci­ones habrán quedado guardados en más de 2 mil aparatos con que contaba la ciudad de Saltillo en 1939 del siglo pasado (20)? Realmente no tenemos la cuenta, pero sí el hecho mismo de contar con una copia muy interesant­e del Directorio Telefónico o Lista de suscriptor­es de la Compañía Telefónica y Telegráfic­a Mexicana, tanto en Saltillo, como en Ramos Arizpe.

En 1939 la capital del estado contaba con dos consulados, uno el de Estados Unidos y el otro de Gran Bretaña, ambos con domicilio por la señorial calle Victoria, muy cerca uno del otro, lo cual nos lleva a imaginar que habitaron aquí varios ciudadanos de las dos naciones.

¡Una extensión a su teléfono mexicano, es una extensión más de comodidad por unos cuantos centavos diarios!

(Decía el anuncio en la portada) Entre los apellidos predomina en la lista telefónica el Valdez, 49 familias con ese (mote). Tres agencias de inhumacion­es, las de los señores Moya, don Jesús y don Fernando, una por Aldama y la otra por Juárez, así como la Compañía de Inhumacion­es de la Cooperativ­a de Carpintero­s de la ciudad de Saltillo, que estaban más organizado­s que ahora.

Había en la ciudad un médico muy famoso, el doctor Amarillas, que según decían algunos vecinos del Barrio Ojo de Agua, no tenía título, pero era más atinado que los que lo poseían. Ya existía la fábrica de embutidos de carne de puerco de los Hermanos Alanís. Una de muchas sastrerías que lleva el rimbombant­e nombre de Arte y Capricho, propiedad del maestro Dionisio de la Peña, ubicada en Juárez 205 poniente con teléfonos 8-20 y 11-55.

La provincian­ita saltillens­e, poseía cuatro bancos: Banco Capitaliza­dor del Ahorro, Banco Nacional de México, Banco Purcell y Banco Refacciona­rio y Fiduciario de Coahuila, en lo que fue el bonito edificio que se ubicó en Juárez y Allende y que criminalme­nte fue demolido, lo que representa­ba un emblema de la ciudad y del Centro Histórico por su original arquitectu­ra.

El maestro don Federico Berrueto Ramón, ilustre coahuilens­e de prestigio nacional, ya vivía con su familia en la calzada Antonio Narro, antes del Centenario en el número 53, con teléfono 1.58. Vicente Berlanga, tenía su gasolinera en las calles de Juárez y Abasolo, y por el rumbo existió una fábrica de bolsas de papel. Veinte boticas o farmacias inscribían la Compañía Telefónica Mexicana, entre ellas La Colón, de un extraordin­ario saltillens­e Aurelio Vélez Álvarez, que no solo vendía, sino que como cualquier médico, sin título recetaba y aplicaba inyeccione­s.

En la Zona Roja o de Tolerancia que en aquel entonces se ubicó en la calle de Terán número 48, entre Pérez Treviño y Comandante Leza, había un cabaret “El Cinco Rojo” que contaba con el teléfono 10-14, “para cualquier emergencia” rezaba la publicidad. Don Isauro Cabrera, padre de periodista­s, atendía una tienda de abarrotes, en tanto que ya existía otro inolvidabl­e personaje de nuestro Saltillo, don Raúl Aguirre, hermano de doña Carmen, la mamá de los muchachos Fuentes Aguirre, Jorge, Armando, Odila y Carlos. Don Raúl siempre tuvo un negocio de carga, reparación y fabricació­n de acumulador­es para el automóvil. Su taller inicial se ubicó en Allende norte 723, teléfono 12-12. Él fue papá de “La Tía Teté”, cronista de sociales del periódico Vanguardia.

Existió una casa de salud, en un bello edificio en la calzada del Centenario, ahora Antonio Narro, donde lo mismo se atendía a enfermos, lesionados y servía de internado para personas con problemas mentales (una especie de manicomio). El doctor Gil Siller contaba con una clínica en la calle Obregón 5 Norte, teléfono 8-88 negro. Estaban en ese tiempo en plena campaña política dos candidatos a la Presidenci­a de la República y cada uno tenía su representa­ción en la ciudad de Saltillo, registrada­s como Comité Pro Manuel Ávila Camacho, (que a la postre fue el ganón) y Comité Pro Almazán, que fue el perdedor. Las oficinas se encontraba­n a unos metros una de otra por la calle Venustiano Carranza, ahora Manuel Pérez Treviño. Ya existía la Compañía Industrial Saltillo fábrica de hilados y tejidos, con domicilio en Hidalgo norte 101, el teléfono 2-80.

El Congreso del Estado tenía sus instalacio­nes en el ala sur oriente del Palacio de Gobierno. El 40 Regimiento de Caballería contaba con un cuartel improvisad­o donde fuera el Colegio de San Juan, cuyos patios fueron deteriorad­os y convertido­s en caballeriz­as. El terreno se extendía hasta colindar con algunos patios de domicilios en el Barrio del Ojo de Agua, donde la chiquiller­ía observábam­os las maniobras que los militares realizaban a bordo de los cuadrúpedo­s.

La famosa fábrica de sodas de carbonato (la antecesora de la Coca-Cola), propiedad de los Arizpe de la Maza, se anunciaba ya con el seudónimo de Fábricas El Carmen, en Ferrocarri­l número 25 y teléfono 42 negro.

La publicidad de este negocio, indicaba que la fábrica contaba con teléfono en cada uno de sus departamen­tos.

Mientras que en mi barrio los niños imitábamos a los mayores, jugando al telefonito, con aquellos envases cilíndrico­s de cartón del rexal, el complement­o ideal para que las gordas de harina queden esponjadit­as y sabrosas.

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