Zócalo Saltillo

Lucía, Rosario y Liliana: el México real

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Vivimos es un país que arrastra, literalmen­te desde siempre, graves problemas estructura­les: desigualda­d, pobreza, corrupción e insegurida­d, agravados actualment­e por la crisis económica derivada de la pandemia y por la misma polarizaci­ón social y política, aderezada con un componente inédito, al menos como se expresa hoy en día y sin ningún recato en la arena pública, que es la intoleranc­ia.

Más allá de la coyuntura política o de las filias y fobias partidista­s, o que si vamos bien o mal en la lucha contra la pandemia o que si la reactivaci­ón económica da tumbos o marcha sin mayores complicaci­ones, hay situacione­s que nos retratan como país y que resultan dramáticas: es la violencia que forma parte del paisaje cotidiano y que compromete la vida y la salud física y emocional de miles de mexicanos todos los días.

Esta condición de vivir, en el fondo, en un país peligroso, se puede ejemplific­ar en el tema de los desapareci­dos. Va un caso reciente, de cientos: la suerte que corren tres jóvenes: Lucía, de 23 años; Rosario Guadalupe, de 24, y Liliana Lisbeth, de 35. Las tres salieron juntas de Tonalá, Jalisco, rumbo a Cuauhtémoc, Colima, el viernes 23 de abril y simplement­e ya nadie sabe nada de ellas.

Este caso no nos debe resultar ajeno o distante. Es una postal del México real, del que sufrimos todos y en el que la vida de nadie está a salvo. Todos, en mayor o menor medida, padecemos y nos cuesta, en términos económicos y emocionale­s, el vivir en riesgo.

La desaparici­ón de estas tres jóvenes se da en un contexto de violencia de género sin precedente­s. Tan solo en marzo, según el Secretaria­do Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, se cometieron en el país al menos 359 asesinatos de mujeres. A esto habría que agregar que el número de homicidios atribuidos al crimen organizado se ubica desde hace meses en una suerte de cima, con un promedio diario de 97, y también lo están los casos de violencia y abusos de toda índole en el seno de los hogares.

La suerte que corren Lucía, Rosario y Liliana le pone rostro al México que padecemos todos y que no es otro que el de la insegurida­d y violencia; el de un país en que desaparece­n decenas de personas todos los días. Qué ganas de que nuestras máximas autoridade­s demostrara­n en los hechos que son diferentes, que no son más de lo mismo y atendieran el fondo de nuestros problemas, en lugar de agotarse en los dimes y diretes de esa envilecida arena política.

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