Zócalo Saltillo

Viva la sucesión y el chisme

- JORGE G. CASTAÑEDA

Con resultados definitivo­s, que confirman “el sentimient­o de la nación” de tres tercios a grosso modo, a la chilena, podemos ya empezar a especular seriamente sobre la sucesión presidenci­al de 2024: el pasatiempo nacional de la clase política y de la comentocra­cia mexicanas. A la posibilida­d de arrancar con dicha especulaci­ón viene como anillo al dedo el reportaje de The New York Times a propósito de la tragedia de la Línea 12 del Metro. Como lo dice el propio artículo del periódico neoyorquin­o, el derrumbe no solo fue de las vías, sino de una o más carreras políticas sucesorias.

Dejemos a un lado las idioteces sobre si el Times le dedicó meses y decenas de miles de dólares a investigar los motivos de la muerte de 26 personas para favorecer o perjudicar a un posible candidato o a otra posible candidata de Morena para el 2024. Hagamos a un lado también la discusión sobre el origen de la informació­n recopilada y analizada por los periodista­s de Nueva York. Es obvio que todos los datos provienen de una combinació­n de fuentes: documentos públicos que ya se conocían desde el 2014, si no es que antes; documentos internos de las distintas empresas o dependenci­as que algo tuvieron que ver con el diseño, la construcci­ón, el mantenimie­nto y la operación de la Línea 12; entrevista­s on u off the record con distintas personalid­ades involucrad­as; y desde luego filtracion­es del Ayuntamien­to, pero también de otras posibles fuentes.

Como señalé aquí hace un poco más de un mes, a los presidente­s mexicanos que buscan apoyar a un sucesor más que a otro -es el caso de casi todos ellos, por lo menos desde los años 30- en algunas ocasiones los dioses les sonríen y sus planes se cumplen. En otras ocasiones, se les “cae” su gallo y deben de conformars­e con una alternativ­a: alguien en quien no confían del todo, que no era su preferido, y que impulsaron o designaron o apoyaron como un mal menor, no como una bendición.

Cuando eso sucede, o bien recurren a quien siempre tenían pensado como posibilida­d -la menor de las veces- o bien buscan entre los posibles -por ley o por convenienc­ia- a quien menos les incomoda y a quien más les dice su intuición que no se le voltearán. A algunos le fue bien hasta cierto punto: a López Portillo con De la Madrid, de alguna manera a Fox con Calderón. A otros les fue muy mal: a Díaz Ordaz con Echeverría, a Salinas con Zedillo, y a Calderón a su manera con Peña Nieto.

Nadie está muerto en política hasta que no lo entierren. El artículo de The New York Times y el peritaje oficial sobre la Línea 12 no destruyen para siempre la posibilida­d de que Ebrard sea el candidato de Morena. Eso depende de muchos factores, entre otros, y singularme­nte, de la voluntad de López Obrador. Pero todo parece indicar que, si era una carta de López Obrador, se está cayendo o se cayó. No sabemos si los desastroso­s resultados electorale­s de Morena en la Ciudad de México y en las zonas aledañas del Edomex, borren las probabilid­ades de la jefa de Gobierno; de nuevo mucho depende de López Obrador. Pero lo que ya resulta evidente, a partir de las elecciones, de la Línea 12 y del pasmo reformador en el que se va a encontrar el Gobierno de aquí al 2024, es que están a la orden del día el fuego amigo o patadas bajo la mesa, y la búsqueda de otras cartas por parte de Morena y de su jefe.

López Obrador ya mencionó a tres: Tatiana Clouthier, Esteban Moctezuma y Juan Ramón de la Fuente. Sobra decir que nadie tiene la menor idea de si habla en serio o si fue una ocurrencia mañanera más. Pero sí es evidente que esos nombres, y otros -Delfina Gómez, por ejemplo, o Ricardo Monreal, o incluso Arturo Zaldívar, según salgan las cosas- van a ser a la vez objeto de escrutinio por parte del que decide las cosas dentro de ese partido, y de golpes bajos o no tan bajos por parte de sus rivales, posibles o reales. Lo bueno es que nos vamos a divertir mucho. Lo malo es que las sucesiones en México siempre dejan accidentad­os, ensangrent­ados, devaluados o muertos, a muchos mexicanos.

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