¡Al carajo todos!
Primero, una cuestión de fondo: la democracia es, en su esencia, el gobierno mediante el diálogo, los consensos, y un elemental respeto a las diversas expresiones que son posibles en una sociedad.
Ahora, una cuestión de forma, que también es fondo, desgraciadamente: nuestro Presidente fue más que claro en ese su duodécimo informe a la nación –sí, en tres años nos ha recetado 12 informes, eso sin contar las 700 maratónicas mañaneras–. Si alguien cuestiona su política social, su fijación con el asistencialismo, con esos programas que, desde su óptica, permiten sobrevivir a millones de mexicanos en un contexto de pobreza, pues, y cito: “¡Qué se vayan al carajo!”.
Pero que ha resultado un verdadero fracaso y lo prueban esos 9 millones más de mexicanos que ingresaron a lo que se denomina clase baja durante estos tres años, pues ¡al carajo!
Que los militares controlen, definan y operen los temas de seguridad pública, y además se encarguen de las obras faraónicas, como el aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya, la construcción y operación de los Bancos del Bienestar, aduanas y puertos; la contención de migrantes, el combate al huachicol, el reparto de vacunas contra el Covid, la entrega de juguetes y, claro, las labores de inteligencia del Estado, no es militarización, y el que no lo vea así, ¡al carajo!
Que si alguien cuestiona o critica, pues es un conservador fifí y si alguien se atreve a señalar que la política de “abrazos, no balazos” no ha logrado ni siquiera contener, ni un ápice, la espiral de violencia en la que está sumido el país, pues ¡que se vaya al carajo!
Si una periodista que antes era alabada por ser independiente y exhibir omisiones, irregularidades y hasta corrupción de las administraciones panistas y priistas, ahora es conservadora y una enemiga del pueblo por hacer exactamente lo mismo con la Administración de la 4T, y si alguien ve algo autoritario que raya en el absurdo en este lance, pues ¡que se vaya al carajo!
Pues sí, ya no hay que darle vueltas y mejor de una buena vez vámonos todos al carajo, y que alguna divinidad se encargue de proteger al país de quien lo gobierna, cobijado por ese “pueblo bueno y sabio” que se aglomera, pese a la pandemia, para vitorearlo.