Zócalo Saltillo

Las marchas que siguen

- JORGE G. CASTAÑEDA

Ya casi todo se ha dicho sobre la marcha del ardor. Me quedo con la gran cantidad de gente que fue por convicción, y con o sin “apoyos” (gran eufemismo mexicano, segurament­e un concepto fundaciona­l del humanismo mexicano); con el Zócalo que no pudieron llenar los ya consuetudi­nariamente ineptos operadores de la 4T; y con la enorme ilegalidad del uso de recursos públicos para financiar la publicidad, el transporte y la alimentaci­ón de una parte considerab­le de los participan­tes. La carga de la prueba le correspond­e a López Obrador: demostrar que alguien más, y no el Estado, sufragó el costo de los casi 2 mil vehículos que Reforma contó estacionad­os en las arterias de la capital.

La interrogan­te hacia el futuro consiste en discernir cuántos de los que fueron a marchar lo harían sin el aparato de Estado al servicio de López Obrador. No para demostrar la pertinenci­a del acarreo y del gasto de los impuestos de todos los mexicanos, y no solo los de Morena. Más bien para que quien gobierne a partir de 2024, de Morena o de la oposición, sepa a qué atenerse. Es la pregunta de las 64 mil tortas.

Si una buena parte los participan­tes del domingo hubieran acudido de cualquier forma, sin Frutsis ni autobuses, sino solo por devoción a su líder y Presidente, es probable que lo vuelvan a hacer cuando siga siendo el líder, pero ya no Presidente. De ganar la oposición tanto la Presidenci­a como la Ciudad de México -y en el 2023 el Edomex-, por primera vez desde 1997 AMLO carecería de los recursos públicos de los cuales ha abusado constantem­ente para sus marchas. Volveríamo­s, por así decirlo, a Tabasco. Si la oposición no gana la Presidenci­a, pero conquista la capital y el Edomex, López Obrador dispondría del respaldo pecuniario de Palacio Nacional (a menos que Sheinbaum se regrese a Los Pinos); salvo si la marcha se celebra… contra su ocupante.

En otras palabras, la lección que se extraiga de la marcha sobre la proporción de verdaderos adeptos del Peje entre el total, puede confirmar o desmentir mi tesis iconoclast­a o francament­e minoritari­a que López Obrador dejará la presidenci­a con más fuerza social que cualquier mandatario desde Cárdenas, y quizá más que el General. Tal vez quien lo suceda no le comparta los recursos de los contribuye­ntes. Pero si la mayoría de los del domingo acudió a su llamado “sin apoyos”, lo volverá a hacer si se los pide. No todos, segurament­e no muchas veces, pero algunas decenas o cientos de miles sí, algunas veces.

Una Presidenci­a de la oposición o de Morena, ya en la silla, ¿le arrebata a AMLO la fuerza social actual, en dos patadas? Lo dudo, en cualquiera de los dos casos. Si se trata de Va por México, el resentimie­nto del domingo se podrá multiplica­r por un factor incalculab­le. Asimismo, de producirse una marcha para protestar por una decisión de alguien de Morena en Palacio, o para advertirle que mejor no se atreva, aun sin la fuerza del Estado, la fuerza social restante puede ser arrollador­a.

Para los que creen que López Obrador se irá tranquilam­ente a su rancho y dejará gobernar en paz a quien lo suceda -de oposición o de Morena-, la marcha de ayer obliga una seria introspecc­ión. Si son todos acarreados, no volverán a salir. Si una parte asistió voluntaria­mente y sin la ayuda del aparato estatal -la hipótesis correcta, en mi opinión- saldrán de nuevo. Contra quien sea.

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