Zócalo Saltillo

Lleva Emma Gómez toda su vida dedicada a la música

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La música ha sido la vida entera de Emma Gómez (Tepeji del Río, Hidalgo, 1928), que roza casi el siglo.

La pianista y clavecinis­ta de 96 años camina con paso resuelto hacia el piano de cola con el que practica a diario, un instrument­o que le ha sido indispensa­ble desde la niñez. Estos días toca mucho a Manuel M. Ponce.

Cuando se instala de nuevo en el sillón de la sala, con una sonrisa sincera comparte el secreto de su envidiable longevidad.

“¿Sabe por qué? Porque hago música”, afirma categórica.

Invita a seguirla por el departamen­to hasta el clavecín que trajo de París, cautivada por su sonido y el repertorio barroco, con Johann Sebastian Bach en la cima.

En el Conservato­rio Nacional de Música (CNM), Gómez formó a dos generacion­es de clavecinis­tas antes de retirarse hace 10 años, en 2014.

Pero ha seguido con sus clases privadas en su casa y ha vuelto a su primer amor: el piano. Ya no lee partituras, por la degeneraci­ón macular que afecta su vista, pero eso no la detiene.

“Todo lo que toco ahorita es de memoria”, cuenta.

“Un día Claudine (su hija), me dijo: ‘¿Cómo puedes enseñar música si no puedes leer partituras?’. Y le dije: ‘Todo está aquí’”, señala la cabeza. “No lo toco todo, pero puedo enseñar perfectame­nte bien y conozco las obras”.*

Hace no mucho intentó con el jazz; durante cuatro años lo estudió con el maestro de uno de sus nietos.

“Pero no me interesó, hay mucho de improvisac­ión y yo no tengo esa facilidad ni es mi pasión”, admite. “Le dije al maestro: ‘¿Qué tal si cambiamos el jazz por Chopin?’”.

De memoria, con 95 años, aprendió la Fantasía Impromptu del compositor polaco.

Gómez se instruyó sobre los rudimentos del piano con una maestra de su natal Tepeji del Río, en Hidalgo, pero ella quería más. Iba y venía cada ocho días del pueblo a la Ciudad de México para estudiar teoría y armonía.

“Me di cuenta de que era muy grande mi afición por la música”, relata la pianista, cuyo nombre lleva una calle del municipio hidalguens­e desde 2022.

Si bien comenzó su educación musical con maestros particular­es, la continuó en el CNM, cuyas puertas le abrió el gran organista Víctor Urbán como director.

La música se le reveló desde niña. Tendría 7 u 8 años y su mamá la mandaba al catecismo en la iglesia del pueblo para alistarla para su Primera Comunión.

“Empecé a oír al lado del atrio una voz, un chelo y un órgano que me impactó muchísimo; estaban ensayando para la misa del domingo. Entonces empecé a averiguar lo de la música y mi madre nos puso a los cinco hermanos a estudiar piano”, narra Gómez, aunque, de todos, sólo ella eligió el camino de la música.

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▮ Continúa la intérprete aprendiend­o, pero también enseñando a practicar la música.

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