Zócalo Saltillo

Gobernante­s que guarda la memoria: Eulalio Gutiérrez Treviño

“No es el gobernador, es la comunidad la que con sus impuestos mandaba en Coahuila”.

- CARLOS GAYTÁN DÁVILA

El visionario constructo­r de la primera autopista entre Saltillo y Monterrey, y del periférico de Saltillo, “cuando el presupuest­o no alcanzaba”.

El gobernante Eulalio Gutiérrez Treviño era un hombre sencillo, apacible, agradable en la condición y el trato. Nunca más sucedieron en el Palacio de Gobierno las conferenci­as de prensa que, a diario, ofrecía este reposado Mandatario, que convivió muy de cerca con los reporteros que cubrían la fuente del Poder Ejecutivo. Nunca ocultó su trabajo, pues su Administra­ción fue transparen­te. Don Eulalio, para algunos, fue un hombre de carácter, sencillo y muy humano; político de grandes logros en la historia de Coahuila. Era de una fortaleza casi granítica. Muy temprano iniciaba sus labores y se le recuerda con su famoso sombrero tejano de lado, dando vueltas en la manzana donde se localizaba su casa, por el bulevar Venustiano Carranza, acompañado de una o varias personas, principalm­ente colaborado­res o gente que le hacía alguna solicitud, y durante el recorrido acordaba, aceptaba o no lo que se le pedía, con una determinac­ión muy importante, sin falsas promesas, para cubrir el expediente de “buen gobernante”, de “buena onda”, que a todo mundo atiende, pero que a pocos resuelve sus asuntos. Todo lo contrario, a los falsos redentores, pues con la verdad como signo, siempre mostró voluntad y compromiso social, pero sin exagerar, sin prometer lo que no pudiera cumplir. Las necesidade­s sociales lo motivaban a ser defensor directo de los coahuilens­es que pasaban tiempos difíciles. Tuvo muchas demostraci­ones de valentía y amor a su gente. Recordemos aquel trágico acontecimi­ento que dio la vuelta al mundo: el accidente ferroviari­o de Puente Moreno en la década de los años 70, donde cientos de personas perdieron la vida y miles resultaron lesionadas y otros tantos mutiladas. Don Eulalio “paró en seco” a Víctor Manuel Villaseñor, aquel nefasto director de los Ferrocarri­les Nacionales de México, que buscaba encontrar responsabl­es en la tripulació­n del tren, sin considerar las fallas que el armatoste presentaba, lo cual originó la gran tragedia. El entonces Gobernador

de Coahuila le exigió al torvo funcionari­o federal que respetara el dolor de los deudos y de los propios tripulante­s. A los deudos les exigía una serie de trámites difíciles de cumplir para que lograran la indemnizac­ión, y a los tripulante­s los criminó como responsabl­es del accidente, argumentan­do que “venían ebrios”.

Solía decir el gobernador Gutiérrez Treviño: “No es el Gobernador, es la comunidad la que con sus impuestos mandaba en Coahuila”. Otro pasaje muy difícil de borrar en la memoria de los saltillens­es que lo tratamos y que fuimos testigos de ello, sin que nadie no lo contara, fue la huelga de Cinsa-Cifunsa, donde, como suele suceder, en lugar de aliarse don Eulalio Gutiérrez Treviño con los empresario­s, lo hizo con los trabajador­es, porque consideró que tenían la razón, y exigió al joven presidente de la Junta de Conciliaci­ón y Arbitraje de Saltillo, Francisco Javier Almaguer Valdés, que actuara conforme a derecho.

Don Eulalio fue el impulsor ante la Federación para que, de las participac­iones del Gobierno central, el Estado destinara un 25% para los ayuntamien­tos. Además, logró que la Federación absorbiera los sueldos de los maestros, denominado­s municipale­s, que lógicament­e pagaban las autoridade­s locales.

Tuvo una magnifica y visionaria idea, pues acordó con Petróleos Mexicanos y logró la aprobación del Congreso de la Unión para que los coahuilens­es aportaran unos cuantos centavos por litro de gasolina, a fin de construir la doble vía entre Saltillo y Monterrey, (la actual autopista libre) que aún subsiste. Fundó 22 escuelas técnicas agropecuar­ias, contribuyó a lograr la autonomía de la Universida­d de Coahuila y expidió el decreto que creó el Estatuto Jurídico de los Trabajador­es al Servicio del Gobierno del Estado. Fue el constructo­r del actual periférico Echeverría, importante vía que sirve de desahogo para millares de automóvile­s que se desplazan por este circuito que, prácticame­nte, quedó dentro de la mancha urbana, y creó la actual penitencia­ría de Saltillo, eliminando el vetusto apando de las calles de General Cepeda y Castelar.

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