‘La poesía ha sido mi historia subterránea’
Reúne la ganadora del Premio Pulitzer cinco poemarios
El trabajo literario de Cristina Rivera Garza no se entiende sin las fronteras: genéricas, temporales, disciplinarias... líneas que la escritora cruza o borra de forma natural y orgánica. Por ejemplo, en su libro Autobiografía del Algodón, en el que cruza la narración con el ensayo personal y el histórico, y particularmente con su libro más reciente, El Invencible Verano de Liliana, en el que celebra la vida de su hermana menor, víctima de feminicidio hace 30 años, y en el que la crónica, la literatura testimonial, el ensayo y la memoria juegan para construir un retrato intenso, humano y real de ella.
Este libro cruzó también su propia frontera: el año pasado fue traducido al inglés y resultó finalista del National Book Award, en Estados Unidos. Sin embargo, fue hace poco que recibió el Premio Pulitzer, en la categoría de Memoria por ser “una historia de género sobre la hermana de 20 años de la autora, asesinada por un antiguo novio, que mezcla memorias, periodismo de investigación feminista y biografía poética, unidos con una determinación nacida de la pérdida”.
Pero así, como Rivera Garza, nacida en Matamoros, Tamaulipas, en 1964, toma y deforma la prosa, lo mismo lo hace con la poesía. Como demuestra en Me Llamo Cuerpo que no Está (Lumen, 2023). Volumen en el que la poeta reúne los
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poemarios Los Textos del Yo (2005), La Muerte me da por Anne-Marie Bianco (2007), El Disco de Newton (2011), Viriditas (2011) y La Imaginación Pública (2015).
En entrevista, la escritora apunta que “la primera publicación que hice en mi vida fue un poema, nací en la poesía en la revista Punto de Partida”, es por ello que se siente tan cercana “a la poesía en toda mi vida como lectora. Recuerdo con mucho orgullo cuando transcribí un libro casi completo de (Ramón) López Velarde”, rememora la poeta y añade que “la transcripción fue muy detallada, muy carnal. Espero que haya dejado una influencia ahí. La poesía siempre ha estado ahí presente como una especie de historia subterránea”.
Con ese recuerdo no es difícil comprender por qué tanto la referencia clásica como la imagen pop son uno elementos que conforman su poesía, y que como señala Sara Uribe en el prólogo conforman una seria de vasos comunicantes entre géneros como el remix, el collage, el archivo, la intertextualidad o la reescritura.
“Una de las virtudes de esta tarea tan ingrata en la que consiste leerse a uno mismo es que ves continuidades en libros que aparecieron en libros muy distintos, en editoriales independientes de forma discreta. Se ven ahí preocupaciones que han crecido con el paso del tiempo como el cuerpo, la violencia, las relaciones a futuro con la tecnología, etcétera. Pero también se ven distintas estructuras y mutaciones importantes con respecto a problemáticas que continúan.
“Un ejemplo es el libro de La Muerte me Da... que en su momento fue incluido como capítulo último de la novela La Muerte me Da... pero que también apareció publicado por Bonobos. Estos dos libros en conjunto exploraban la violencia ejercida sobre el cuerpo masculino. La poesía que está ahí piensa en el tajo para crear el verso: dónde se quiebra, cuál es la distancia uno del otro, cómo eso crea ritmos y sentidos. Ahí hay una retroalimentación clara. En la novela, que no es muy tradicional, está la poesía como tema y personaje, pero también como estrategia de escritura”, comentó la ganadora del Premio Xavier Villaurrutia a Zócalo en entrevista.
A la par del uso de materiales diversos como archivos clínicos y documentales, la poesía que Cristina Rivera Garza crea en esta obra se nutre también de sí misma. Así, por ejemplo, uno puede encontrar en La Más Mía, Yo Ya no Vivo Aquí y ¿Ha Estado Usted Alguna Vez en el Mar del Norte?, compilados en Los Textos del Yo, tres momentos distintos de la vida de su autora, en la cual las diferencias de estilo, de voz y de emociones y reflexiones se vuelven palpables.
Para la también autora de El Mal de la Taiga, estos “son libros que están escritos en algo que yo llamaría “la tecnología del yo”. Haberle puesto ese título al volumen que publicó el Fondo de Cultura Económica es para que hubiera una especie de guiño crítico: sí estoy al tanto de que el yo no es un discurso honesto, verdadero, fiel, confesional, sino que es una tecnología que produce esos efectos de intimidad, de cercanía. Esa era, un poco, la intención, siendo todos los poemas un poco confesionales de principio a fin. Siendo yo la escritora que era en esa época estaba interesada en preguntarse qué es el yo, qué es lo que hace, provoca, el pronombre yo. Tenía esa suspicacia”, comenta.