De experiencia íntima a fenómeno social
La confusión en el análisis de las causas y los efectos de las drogas nos debe impedir caer en simplificaciones como que "a las personas de orden no les pasa nada", o "si acabamos con los narcotraficantes, se termina el problema de la droga".
Algunos padres que padecen ese azote en su familia y algunos políticos arremeten contra las libertades conseguidas haciéndolas responsables de los males e ignoran su parte de responsabilidad en algunos aspectos del problema.
Si no fuera la droga sería el consumismo u otras formas de alienación mediante dependencias para paliar las verdaderas causas de ese rechazo de la sociedad, de la familia y de sí mismos que significa la pérdida de la autoestima, de la dignidad y de las señas de identidad.
Nadie es obligado a consumir drogas sino que es la falta de valores y de un sentido para el vivir lo que lleva a la autodestrucción. Porque podemos disponer de heroína, de coca, de marihuana o de hachís y no por eso las consumiremos.
En la familia, en los centros de formación y en el propio ambiente están las causas que es preciso considerar. Ya nadie está a salvo de ver a un ser querido hundirse en la droga cuando fallan los resortes éticos y culturales.
Una de las principales causas de la huida de la realidad por medio de las drogas es la inseguridad, el miedo y la no aceptación de sí mismo, comenzando por el propio cuerpo. Es preciso que los expertos dialoguen con los pacientes y con sus familias para una terapia que se dirija a las fuentes y no sólo a los efectos o a los instrumentos de los que se sirven para su huida de una sociedad que no les gusta y en la que se encuentran desplazados y se autoexcluyen.
El ser humano que no se acepta y se ama, no puede desarrollar una autoestima que le haga responsable y libre para vivir con coherencia.