Crítica

Transicion­es

- José Raul Mulino Q. Exministro de Seguridad Pública

Al inicio de todo gobierno se debe tener claro que desde el primer día la línea es hacia abajo, que todo tiene su final, como dice la canción. He vivido dos transicion­es, distintas en tiempo y en

forma.

La de Guillermo Endara fue especial. En esos tiempos eran cuatro largos meses. La inauguraci­ón del nuevo gobierno era el 1 de septiembre. Sin embargo, se dio de manera civilizada con el gobierno entrante del Presidente Pérez Balladares. Se transfería el poder de manera democrátic­a al PRD luego de la invasión. Todo un hito. Además el 1 de septiembre el Presidente saliente entregaba la banda presidenci­al, cosa que luego varió. Asistimos a Atlapa todo el gabinete. Dura prueba. El Presidente no pudo teminar su discurso y nos fuimos en medio de un ambiente hostil. Esa realidad hoy ha sido superada, a pesar de todo.

Me sucedió un amigo y un patriota, Gabriel Lewis Galindo. Fue armónico todo y pudimos traspasar la agenda en debida forma culminando con la plena reincorpor­ación de Panamá al entonces Grupo de Río, sucesor del de Contadora y el de los Ocho, del que fuimos suspendido­s durante el tramo final de la dictadura. Lo hicimos en Bogotá el 6 de agosto. Misión cumplida. Tenía el Presidente Pérez Balladares el camino libre para accionar en el frente exterior.

Un día ya casi al término del mandato entré al despacho del Presidente Endara y lo encontré empacando sus libros, su gran tesoro. Le pregunté si no iba a pintar su retrato en el despacho junto a los demás. Me contestó: "a mi que me pinte la historia". Y vaya si lo hizo! Luego de varios meses, el Presidente Pérez Balladares, en gesto que lo distinguió, lo invitó a Palacio a develar su retrato y allí permanece en la foto y en la historia.

Con Ricardo Martinelli hubo y no hubo transición. Jamas los presidente­s saliente y entrante se reunieron. La distancia era y ha sido infinita. Los ministros tuvimos algo de transición, en la medida en que se pudo. En mi ministerio hubo formalismo­s de transición. Mi sucesor, como él mismo me dijo, era mensajero del presidente y tomaba nota para informar. Nunca mandó, como no mandaron sus sucesores. Pero algo se hizo y al final todo se fue al traste al iniciar la mayor casería política de la historia democrátic­a, auspiciada y compartida con un gran número de sectores que ahora ven irse su gobierno, con más penas que glorias y con coleccione­s de enemigos de toda índole. Ya habían cambiado la Constituci­ón y el inicio del nuevo gobierno es el 1 de julio.

Son las dos que he vivido en tiempos muy disímiles. Lo cierto es que cada mandatario desde que empieza debe tener claro que se va y en función de eso labrar su legado como mandatario. Es algo que debe ser personalís­imo. Escribí sobre el legado durante la campaña interna de CD procurando dejar sentada la razón más sincera del por qué y para qué se aspira a conducir la Nación. Pero será cada uno el que escoge su camino. Es una decisión personal si te rodeas de amigos, de aduladores, manzanillo­s o de gente capaz. Al final, todos desaparece­n y dejan solo en Palacio a quien por cinco años fue" su gran presidente". El final es lo bueno o triste que cada quien escoja. Sí debería legislarse y poner límites al poder del saliente en la transición. Después de la elección pierde el poder y su actuar debe ser en concordanc­ia con esa realidad. Evitaríamo­s incontable­s dislates.

Fueron tiempos interesant­es y experienci­as únicas, independie­ntemente de las pérdidas, que no fueron pocas en la última tanda. Pero llegó el final. Eso es lo que importa y ojalá, como he dicho antes, se construya a partir de allí una sana conducción, a pesar de los obstáculos que se encontrará­n y que demandarán mucha capacidad y acción coherentes.

Mientras, el reloj sigue su marcha y cada día que pasa es uno menos de todos ellos allá!

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