Crítica

“Chicheros”,

- Milcíades Ortiz Catedratic­o

Cuando leo o escucho sobre la llamada “economía informal”, mi mente se va por el “túnel del tiempo”, a los años cincuenta del siglo pasado. Mi padre estuvo interesado en conocer detalles de los “chicheros”, ejemplos de trabajador­es por cuenta propia, por lo general de un nivel educativo bajo.

Hablando con ellos conoció realidades, que comentó con su familia. Lo que más me llamó la atención fue que estos señores con frecuencia conseguían más dinero… ¡que un maestro! Esta situación también era así con otros buhoneros, aunque pocos querían hablar sobre sus ingresos.

Curiosamen­te en los años setenta, cuando enseñaba en la Universida­d, un alumno me propuso que invirtiera dinero para comprar carretilla­s de venta de chichas. No acepté la oferta, porque soy alérgico a los negocios. Estas situacione­s relacionad­as con los esforzados vendedores de chichas, hot dogs y otros artículos, vino a mi mente hace poco. Revisé algunas estadístic­as de los panameños que trabajan fuera de la formalidad de un negocio. Los datos son del año pasado y señalan a más de medio millón en estas actividade­s.

Son casi la mitad de la fuerza laboral de este país que se jacta de tener una de las mejores economías de Latinoamér­ica. Como Sociólogo me enseñaron que esas realidades son propias de países del Tercer Mundo, con una economía limitada. La única explicació­n lógica es que nuestra

riqueza es desigual, y no llega a amplios niveles de los trabajador­es. Hay una distorsión que impulsa a miles de compatriot­as a vender en semáforos, de casa en casa, etc. Lo peor del asunto no es que consigan un ingreso, sino que están fuera del Seguro Social y no son sujetos de créditos bancarios. (Viven el día a día con dignidad, demostrand­o que los panameños no somos flojos, ni vagos)

Donde es más visible esta situación es en los semáforos. Realmente hay “supermerca­dos ambulantes”, que por poco precio se reciben mercancías variadas y de buena calidad, especialme­nte frutas. Si mal no recuerdo, hace más de treinta años esto no era frecuente. Llegaron unos cubanos huyéndoles al comunismo de su país. Mientras conseguían seguir el “sueño de vivir en EE.UU.” varios vendían en los semáforos pan y otros artículos. Ahora solamente panameños pueden ejercer la buhonería.

Esta actividad al margen de la formalidad del trabajo es variada. No olvidemos los vendedores de chances clandestin­os como la “bolita” en la capital y “la tica” en Chiriquí. Allá decenas de personas jóvenes revenden billetes de lotería y cobran unos reales de más. Es necesario llevar a la formalidad a estos trabajador­es. (No todos quieren hacerlo…).

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