Crítica

¿Quién es éste?

- Luis Enrique Morán

¿Quién es éste que hasta el

“viento y el mar le obedecen?”, es la pregunta que se hacen los discípulos de Jesús. ¿Se actualiza este cuestionam­iento en las tormentas de nuestra vida?

Nos citamos en el texto de Marcos, nombre dado al primer evangelio escrito. En el tiempo de su redacción, el cristianis­mo estaba en su etapa de parto, no le faltan los dolores y quejidos. Este evangelio habla de la revolución contra Roma que se lucha en todo Israel [entre los años 66-70 después del nacimiento de Cristo, es decir, alrededor de unos 40 años después de su muerte y resurrecci­ón]. En ese momento hay guerra, persecució­n y muerte.

Volvamos a la escena de la tempestad: “Este día, al atardecer, les dice: «Pasemos a la otra orilla» Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con él. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca. Él estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?»” (Mc 4, 35-38).

Jesús explica el motivo del viaje: “pasemos a la otra orilla”. Es una invitación espiritual y vivencial [no se puede quedar en un romanticis­mo disfrazado de fe]. “Pasar a la otra orilla” es cruzar los límites de todo lo que nos imposibili­ta ser mejores cristianos y mejores seres humanos. Es ubicarnos en una posición de cambio. ¿Qué cambio implica tranquilid­ad en su inicio?

Jesús no va solo en este viaje, se hace acompañar. Nosotros le acompañamo­s porque decimos ser seguidores de él. En los cruces de orilla que él nos pide, siempre se genera una fuerte tempestad, pues ponemos resistenci­a a los cambios porque ello implica dejar nuestras zonas de confort.

¿Cuántas veces hemos sentido que nuestra barca se sacude y se llena de agua, al punto de temer que nos ahogamos? ¿Se nos olvida quién es el capitán que está en la popa? ¿A quién le hemos dado ese timón? A veces le quitamos el timón a Jesús y nos atrevemos a reclamar como los primeros discípulos: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?”

“Él, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: «¿Por qué están con tanto miedo? ¿Cómo no tienen fe?»” (Mc 4, 39-40).

Jesús calma las tormentas de nuestras vidas, pero sacude nuestras conciencia­s y nos cuestiona fuertement­e. Aún, “ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?»” (Mc 4, 41). ¿Quién es Jesús para mí? ¿Qué lugar le he dado en mi vida?

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