¿Quién es éste?
¿Quién es éste que hasta el
“viento y el mar le obedecen?”, es la pregunta que se hacen los discípulos de Jesús. ¿Se actualiza este cuestionamiento en las tormentas de nuestra vida?
Nos citamos en el texto de Marcos, nombre dado al primer evangelio escrito. En el tiempo de su redacción, el cristianismo estaba en su etapa de parto, no le faltan los dolores y quejidos. Este evangelio habla de la revolución contra Roma que se lucha en todo Israel [entre los años 66-70 después del nacimiento de Cristo, es decir, alrededor de unos 40 años después de su muerte y resurrección]. En ese momento hay guerra, persecución y muerte.
Volvamos a la escena de la tempestad: “Este día, al atardecer, les dice: «Pasemos a la otra orilla» Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con él. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca. Él estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?»” (Mc 4, 35-38).
Jesús explica el motivo del viaje: “pasemos a la otra orilla”. Es una invitación espiritual y vivencial [no se puede quedar en un romanticismo disfrazado de fe]. “Pasar a la otra orilla” es cruzar los límites de todo lo que nos imposibilita ser mejores cristianos y mejores seres humanos. Es ubicarnos en una posición de cambio. ¿Qué cambio implica tranquilidad en su inicio?
Jesús no va solo en este viaje, se hace acompañar. Nosotros le acompañamos porque decimos ser seguidores de él. En los cruces de orilla que él nos pide, siempre se genera una fuerte tempestad, pues ponemos resistencia a los cambios porque ello implica dejar nuestras zonas de confort.
¿Cuántas veces hemos sentido que nuestra barca se sacude y se llena de agua, al punto de temer que nos ahogamos? ¿Se nos olvida quién es el capitán que está en la popa? ¿A quién le hemos dado ese timón? A veces le quitamos el timón a Jesús y nos atrevemos a reclamar como los primeros discípulos: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?”
“Él, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: «¿Por qué están con tanto miedo? ¿Cómo no tienen fe?»” (Mc 4, 39-40).
Jesús calma las tormentas de nuestras vidas, pero sacude nuestras conciencias y nos cuestiona fuertemente. Aún, “ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?»” (Mc 4, 41). ¿Quién es Jesús para mí? ¿Qué lugar le he dado en mi vida?