El Siglo

La Venus del barrio

- Por. Janus

Ella no estaba para escuchar “consejos de viejos”. Eso era lo que pensaba de los consejos de recatamien­to que le daban sus papás. Que si había que “comportars­e con modestia”, que “debía llevar las faldas más largas”, que “no debía exhibir tanta delantera”, que “los pantalones no debían ser tan cacheteros y menos tan transparen­tes”, que “por qué siempre iba con el ombligo al aire”. El ombligo, los muslos y todo lo demás. A Silveria todo eso le importaba un pepino.

Silveria creía en la historia de “liberación” de la mujer, entendiend­o por liberación lo que ella entendía: andar casi en cueros por la calle. Su madre le advertía: “sé sensata. Si un hombre te toca o hasta llega a abusar de ti, él será culpable, es verdad. Puede que vaya preso, también es verdad. Pero la que queda sufriendo el abuso eres tú”. “Pon los pies en la tierra, Silveria, ¿de qué te sirve tener la razón? Si te violan, la violada serás tú. Si te preñan la preñada serás tú. La que tendrá los problemas, de salud incluso, serás tú igualmente, y también la que dejará su fama en el camino”. La chica oía por el oído izquierdo y le salía por el derecho.

A Silveria le excitaba la idea de ser la chica más sexy de la vereda donde vivía. Y recibir los piropos de los babosos de la zona. Por supuesto no faltaban los requiebros elegantes de los caballeros educados. Pero eran los menos, la mayoría eran: “tas buena mamacita”, “tanto jamón y yo en ayunas”, “quisiera ser el gusano de tanta carne” y otras lindezas por el estilo. La escuela había sido un suplicio aburrido para Silveria; llegó hasta tercer año y no le interesaba seguir estudiando.

Tampoco trabajaba pese a ser mayor de edad desde hacía bastante rato. Mientras deambulaba en esa categoría de “nini” que le venía bien, Silveria esperaba al hombre de sus sueños, o que alguien la descubries­e como modelo, ya que era agraciada. Asi apareció Nicasio por la avenida.

Nicasio sabía actuar y tenía buen tipo, así que la deslumbró en cuanto ella lo vio. “Disculpe señorita, usted es modelo, verdad?” “Ay, qué cosas dice”, respondió sonriendo. “Modelo solo en mis sueños”. “No puede ser”, contestó el galán poniendo cara de asombro. “¿Nadie la ha descubiert­o?” Ella negó con la cabeza. “Entonces estoy de suerte en que yo sea el primer cazatalent­os en fijarme en usted”. “¿Usted… un cazatalent­os?” “De los buenos, joven, no es por presumir, pero es así”. Convencido de haber entrado con pie derecho, Nicasio la invitó a una refresquer­ía. Allí le conversó de su éxito en el trabajo. Ella escuchaba embelesada, y por supuesto, Nicasio aprovechó para enamorarla. Hablaron de las posibilida­des de conseguirl­e un contrato para que rodase unos exteriores publicitar­ios con una compañía extranjera. No quería que ella investigas­e por su cuenta. De todos modos, era demasiado cabeza de chorlito para desconfiar e investigar nada. Y hablaron, un poco, de lo bien que ella se veía. Así poco a poco la fue enamorando.

Con el paso del tiempo, y más refrescos y más paseos, dizque para ver posibles escenarios de filmación, Nicasio fue hablándole más de su belleza y menos del futuro trabajo. Ella estaba rendida a él, pero a veces mostraba impacienci­a. “Las cosas no se dan de un día para otro”, le dijo él. “Tendremos que armarte un dossier”. “¿Un qué?” “Un álbum, un expediente que sea tu carta de presentaci­ón. Como un currículum”. “Pero si yo nunca he trabajado”.

“No importa. Estará lleno de fotos tuyas”. Para entonces, Nicasio la había encamado varias veces. Cuando ella se sintió mal sus padres la llevaron al médico, quien les avisó de la futura visita de la cigüeña. Pero de repente, Nicasio dejó de aparecer.

“¿Ves lo que sucede por tener la cabeza llena de burbujas?”, le recriminó la mamá.

Hoy Silveria busca trabajo, mientras su madre le cuida el único currículum que le armó Nicasio.

SILVERIA ESPERABA AL HOMBRE DE SUS SUEÑOS, O QUE ALGUIEN LA DESCUBRIES­E COMO MODELO, YA QUE ERA AGRACIADA.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Panama