¿Título o experiencia?
La reciente resolución oficial que busca equiparar en el sector público la experiencia laboral con los títulos académicos en diversas profesiones liberales cedió ante las justas reclamaciones de los gremios organizados. Las aclaraciones que con posterioridad se brindaron, devolvieron la calma, pero en honor a la verdad, creemos que a corto plazo, el tema volverá nuevamente al tapete, con “nuevas arandelas”.
En nuestro medio, la experiencia tuvo su valor. Hasta
los 60’s, con solo acreditar que sirvieron en despachos judiciales, se conferían idoneidades para el ejercicio de la abogacía. En este grupo, aparecen registradas prestantes figuras del foro, los que por sus cualidades, pasarían hoy con notas sobresalientes, las evaluaciones de nuestras universidades. En otras latitudes funcionan universidades andragógicas, en las que el estudiante recibe créditos académicos, al comprobar su dominio empírico en algunas áreas del saber.
Lo cierto es que hasta tanto, la legislación panameña mantendrá su protección a algunas especialidades, demandando de una idoneidad profesional, expedida por una autoridad pública, para ser ejercidas de manera profesional en el país. Esto significa que por mucho rato, la experiencia ocupará un lugar subalterno, frente al conocimiento adquirido en los centros de estudios superiores.
Por encima de todo, consideramos que una sólida formación académica, es algo más que certificados y diplomas. Es que si ella no motiva a la superación permanente, al deseo de grandeza personal, y a vivir profundas experiencias formativas, estamos ante un profesional que le quedó a deber con sus títulos adquiridos.
Por exigencia de los tiempos, el Estado se verá obligado a abrir las puertas a los profesionales extranjeros, quienes sin “mayores trámites”, podrán trabajar en mi país, con el riesgo evidente de reducir los espacios laborales a nuestros profesionales. Ante esto, muchos esperan el momento, para disparar sus votos en contra de tal propuestas, como que si fuera un asunto electoral.
La “clase profesional” es el sector social, cuya existencia está en el ojo de la tormenta. Duele decirlo, pero no sobreviviremos pensando que el título universitario es nuestro escudo protector.
El Estado se verá obligado a abrir las puertas a los profesionales extranjeros sin “mayores trámites”