El Siglo

Médico no resiste tentación

- Por Janus

José había cumplido su sueño, se había graduado de médico en la facultad de Medicina de la Universida­d de Panamá. Hizo su primer año en la Caja de Seguro Social y el del interior, en el hospital de Chepo, para tener la idoneidad como médico general.

Comenzó a trabajar en una clínica por allá por Cabuya, en Tocumen, donde ganaba un porcentaje por las consultas que realizaba diariament­e. Tenía bastante pacientes, ya que esa área hay muchas barriadas y el crecimient­o demográfic­o se expande para allá.

Cuando estaba estudiando la carrera, había conocida a Genoveva, su actual esposa, que había hecho su residencia en el Hospital del Niño y se había formado como pediatra. El le dijo a su esposa, que iba a trabajar como médico general y luego cuando se abría una plaza de residencia en Ginecologí­a, para que los dos pudieran trabajar en conjunto en la clínica en el futuro.

La clínica, tenía una secretaria que se encargaba de la recepción, atendía las llamadas y hacía labor de cajera; esta joven, de raíces coclesanas, era bastante extroverti­da; solamente contestaba lo esencial a las personas. Desde que llegó José, la secretaria sintió el revoleteo de una mariposa dentro de su pecho; era más cariñosa con el médico, le llevaba el expediente hasta el consultori­o y hacía pasar el paciente. La joven debía salir a las tres de la tarde de su horario de trabajo y en ocasiones cuando José entraba a las cuatro, ella todavía estaba allí, con la excusa que su papá la pasaría a buscar.

Genoveva, llamaba a su esposo de manera esporádica, pero, si notaba que cuando lo hacía y preguntaba por él, las respuestas era cortantes y siempre decía que tenía un paciente en el consultori­o. La relación entre la secretaria y el médico iba viento en popa, a la salida se iban juntos y ya los demás colegas suyos, comenzaron a cuchichear que algo había entre ambos.

José, ya no salía de la clínica, hasta los fines de semana. En la clínica trabajaba una laboratori­sta, que conocía a Genoveva, la esposa de José; se vieron en el súper y ella le comentó algo.

Así que un día la esposa llama con su celular a la clínica a la hora de salida y la secretaria le contesta que el esposo estaba ocupado. Pero lo que no contaba José y la secretaria, que Genoveva llamó desde un costado de la clínica. Se fue caminando y observa a su esposo en el carro con una joven; abre de sorpresa la puerta del pasajero y la agarra por el cabello y la baja del carro, hasta arrastrarl­a hasta la clínica…..zorra….fue la palabra más decente que le dijo.

Enojada, agarra la punta del paragua y le rompe el vidrio delantero del carro al marido; los que pasaban por el centro comercial vieron en vivo todo lo que acontecía; dueños de otros locales dieron aviso a la policía, y los tres fueron llevados al juez de Paz y multados por desorden en la vía pública.

DESDE QUE LLEGÓ JOSÉ, LA SECRETARIA SINTIÓ EL REVOLETEO DE UNA MARIPOSA DENTRO DE SU PECHO; ERA MÁS CARIÑOSA CON EL MÉDICO, LE LLEVABA EL EXPEDIENTE HASTA EL CONSULTORI­O Y HACÍA PASAR EL PACIENTE

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