¿Tú me quieres, verdad?
Para todos los que tienen niños y/o adolescentes en sus hogares, esta pregunta es común; es una manera para que les expresemos nuestro amor e interés. A los adultos nos corresponde protegerlos y garantizarles sus derechos, porque son los más vulnerables de la sociedad y de su atención inicial depende su futuro.
En los medios de comunicación nacional e internacional, hacen visible la indefensión al expresar en titulares: “Le robaron la vida”; “Quieren jugar”; “Abrázame”; y “Quiero a mi mamá”. La sociedad no puede ser insensible ante esta realidad que estremece lo más profundo de nuestra conciencia.
En Panamá la situación de algunos albergues, la denuncia de niños secuestrados, maltratados y otros asesinados por quienes dirigían sectas en áreas comarcales, así como en Canadá se descubrieron fosas comunes, con más de 215 cuerpos de niños originarios maltratados y abusados, en los terrenos de la residencia de un colegio, es sumamente preocupante y se cuestiona cómo estamos protegiendo a la niñez de estos depredadores.
Información expresada por una Jefa de la comunidad indígena, destaca que la investigación desde el 2015, arroja que son más de 4,100 niños que habrían muerto en estas residencias y lejos de sus padres.
Eran centros para menores indígenas, arrebatados de sus padres para: “Integrarlos al resto de la sociedad”, el objetivo era “matar el indio en el niño”, decía gran parte de la población anglofrancófona. Se les prohibía hablar su lengua nativa y no podían practicar su propia cultura. Estos menores murieron por enfermedades como: tuberculosis, neumonía y gripe. Otros a cusa de incendios, suicidios, ahogamientos o por frío.
El racismo y los castigos físicos eran lo cotidiano dentro de los recintos de los 139 colegios que existían en ese país. Tragedia, de la cual se hablaba, pero nunca se documentaba hasta ahora.
Estos hechos tienen relación directa con las secuelas que tiene hoy parte de la población indígena en su salud mental: drogadicción y violencia en distintas reservas.
Los niños son iguales en todas partes del planeta; pero no a todos les garantizamos sus derechos; los gritos pidiendo auxilio, lo demuestran. Hay que escucharles y ofrecerles protección.
El racismo y los castigos físicos eran lo cotidiano dentro de los recintos de los 139 colegios