El Siglo

Magnicidio

- ALFONSO FRAGUELA OPINION@ELSIGLO.COM.PA ABOGADO

La Real Academia de la Lengua Española define la palabra magnicidio como la “muerte violenta dada a persona muy importante por su cargo o poder”.

La historia de la humanidad ha registrado hechos de magnicidio dentro los cuales podemos destacar Mahatma Gandhi el 30 de enero de 1948, Benito Mussolini el 28 de abril de 1945, Muamar el Gadafi el 20 de octubre de 2011, John Fitzgerald Kennedy el 22 de noviembre de 1963, Abraham Lincoln el 15 de abril de 1865, Rafael Leónidas Trujillo Molina el 30 de mayo de 1961, Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, Anastasio Somoza García el 29 de septiembre de 1956, Indira Gandhi el 31 de octubre de 1984.

En Panamá, se registró el caso de Presidente José Antonio Remón Cantera el 2 de enero de 1955, y el hecho más reciente ocurrió esta semana, con el atentado que sufrió el presidente de Haití Jovenel Moïse.

Siempre ha existido la interrogan­te por saber ¿qué lleva a las personas a ejecutar este tipo de actos? Suponemos que la respuesta es política, poder, intereses, religión, o notoriedad.

Lo que paso en Haití, hace algunas horas, tomo por sorpresa a la comunidad internacio­nal, por la forma en que ocurrieron los hechos, y por tratarse del presidente en funciones de un país con una tradición de pobreza y de actos de corrupción que ocasiona la agitación social, y coloca a la población en una situación de desamparo perenne que constituye la tarjeta de presentaci­ón de este país.

Devaluació­n de la moneda, la inflación, la malversaci­ón de fondos públicos por altos funcionari­os del gobierno y la violación sistemátic­a de los derechos del pueblo haitiano por las autoridade­s, han generado una escalada de protestas sociales en las calles, que parecen no terminar, teniendo a un país a la deriva.

Si a todo esto, le sumamos la muerte violenta del Presidente, este pueblo caribeño, seguirá enfrentand­o el colapso histórico ocasionado por los gobernante­s de turno y por los impactos naturales que han afectado la República de Haití.

Estos hechos obligan a los gobiernos del mundo a dar una mirada hacia atrás, y examinar si están fallando en la forma correcta de gobernar, para entonces mejorar. Porque lo que pensamos que eran actos superados, los resientes acontecimi­entos nos confirman que no lo están.

La furia de un pueblo, es como un mar picado acompañado por una fuerte tormenta, los efectos de estos fenómenos naturales son devastador­es e inimaginab­les.

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