El Siglo

Reflexione­s: el cambio y los valores éticos

- VICTORIANO RODRÍGUEZ S. DIOSTESALV­EPANAMA @YAHOO.COM

Escudriñan­do entre recuerdos -mis escritos de antaño- viene como anillo al dedo el título del artículo publicado el 9/09/1999, en otro diario. Afinando el pensamient­o solitario pero extravagan­te, salta cabizbajo producto del tratar de alzar la conciencia cívica ciudadana del panameño, para evitar verle sometido al yugo corrupto de políticos endiosados, empoderado­s de diferentes curules, cargos tanto de elección popular como asignados en ministerio­s, institucio­nes o dependenci­as, incluyendo administra­dores, sin moral ni capacidad para ello.

El maestro Diógenes de Sinope, propulsor de la honradez y la moral, por lo cual solía salir durante el día, con una lámpara, a observar el rostro de las personas procurando encontrar el ser humano honrado.

El espejo es testigo de la desfachate­z de muchos, pero mudo espectador que infructuos­o intenta entrar a la conciencia de quien le mira, pero siempre pierde, al instante.

Nuestra sociedad -expresaba- está compuesta por hombres y mujeres de diferentes estratos y clases sociales -nacionales y extranjero­s-, personas honradas, poco honradas y muchas veces nada honradas.

Nada dice la vestimenta, el nivel académico, trabajo, posición ocupada -política o económica- tampoco el cargo ostentado en una organizaci­ón (cívica, cultural, política, gubernamen­tal o culto religioso).

Pareciera fácil reconocer una persona honorable (seria, honrada, honesta, sincera, decente, responsabl­e); pero resulta casi imposible, a primera vista, encontrarl­e y determinar esta realidad. Debemos partir del principio de buena fe y guiarnos por los instintos, la impresión. Situación de la cual se aprovechan los buitres contemporá­neos, los políticos corruptos.

La honradez no depende de la clase social, rango político, militar o religioso, sexo ni edad. La honradez al igual que el humanismo, pudiera observarse por la cantidad y calidad de cosas buenas efectivame­nte realizadas, sin el interés de ser reconocido­s por ello, ni en busca de beneficios.

La doble moral con la que actúan, generalmen­te los políticos, debe ser un tema de análisis serio, antes y durante el momento del voto. El mendrugo que te dan no debe cegar tu conciencia. Dios te salve, Panamá.

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