Ahogar las escorias hambrientas
En nuestra república, no se cuestiona el poder que emana de la voluntad popular. El sustento de ese poder es la legitimidad otorgada por el pueblo mediante el sufragio, como el que iremos a depositar el domingo 5 de mayo.
Nos toca ir a elegir gente digna en la Asamblea Nacional, que reemplaza la escoria, residuo repleto de impurezas, que todo lo corroe y de la que nuestro sistema sesgado se hace de la vista gorda y la termina protegiendo.
Nuestra república, en una nación altamente desigual y con distorsiones y debilidades institucionales y educacionales, es víctima de hienas hambrientas del erario.
Ese poder político ya fue ilegítimo, cuando se utilizaron mecanismos no autorizados por las leyes y un grupo se apropió del poder gubernamental (ejecutivo-legislativo), sin legitimidad.
Cuando la humanidad no se había desarrollado tanto como hoy, tuvimos terrícolas ejemplo.
Pericles (c. 495 a. C.- 429 a. C.), abogado, político y orador, es considerado «el primer ciudadano de Atenas». Convirtió la Confederación de Delos en el Imperio ateniense, y dirigió a sus compatriotas en periodos de la Guerra del Peloponeso. Promocionó las artes y la literatura. Atenas tiene la reputación de haber sido el centro educacional y cultural de la Antigua Grecia.
Comenzó un ambicioso proyecto que llevó a la construcción de la Acrópolis de Atenas, incluso el Partenón. Embelleció la ciudad y sirvió para exhibir su gloria, a la vez que dio empleo a muchos ciudadanos. Defendió hasta tal punto la República griega que críticos le consideran populista. Otorgó trascendencia a los dioses – Atenea fue su favorita-.
Poseedor de gran autoridad por su prestigio e inteligencia, era inaccesible al soborno, contenía a la multitud sin quitarle libertad y la gobernaba, en mayor medida, que era gobernado por ella. Se le vinculó, no obstante, a la corrupción, a través de allegados, como Fidias. Los enemigos encontraron un testigo (posiblemente falso) en su contra, llamado Menon. Y Aspasia, conversadora y consejera, fue acusada de corromper a las mujeres de Atenas con el fin de satisfacer las perversiones de Pericles.
Nuestro voto debe llevar los mejores a la Asamblea Nacional y a los demás puestos en la elección dentro de 12 meses.
El sustento de ese poder es la legitimidad otorgada por el pueblo mediante el sufragio