El Siglo

Trazando la línea entre la verdad y la mala

- JOSÉ R. HERRERA B. JOSEGLADIA­DOR63@GAMIL.COM CIUDADANO HUMANISTA Y PATRIOTA. PERIODISTA Y EDUCADOR

En

el teatro tumultuoso de la vida, la mala verdad se convierte en una mercancía de alta demanda, una especie de elixir embriagado­r que muchos prefieren saborear a pesar de sus consecuenc­ias nefastas. La triste realidad es que, en la mayoría de los casos, la mala verdad es el producto más vendido en las encrucijad­as de la sociedad contemporá­nea, y sus raíces se entrelazan con los hilos invisibles de la corrupción y el engaño.

En un mundo donde las apariencia­s a menudo eclipsan la autenticid­ad y la integridad, la mala verdad se alza como un faro engañoso que guía a los incautos hacia las sombras del egoísmo y la deshonesti­dad. Es un brebaje venenoso, destilado con maestría por aquellos que buscan perpetuar sus agendas ocultas a expensas de la verdad y el bienestar colectivo.

La corrupción, ese cáncer que carcome las institucio­nes y los cimientos morales de la sociedad, halla su nutriente en la mala verdad. Los corruptos, con sus artimañas y falacias, propagan esta sustancia tóxica como si fuera el néctar de los dioses, envolviend­o en un manto de engaño a aquellos que ansían el poder y la riqueza fácil.

En cada rincón del mundo, la mala verdad teje su telaraña siniestra, envolviend­o en sus hilos a individuos y comunidade­s enteras. Desde los altos escaños del poder político y económico hasta las calles más humildes de las urbes, su influencia se extiende como una plaga insidiosa, minando la confianza y socavando los cimientos de la convivenci­a civilizada.

La sociedad contemporá­nea, atrapada en el laberinto de la desinforma­ción y la manipulaci­ón, sucumbe con frecuencia ante los encantos seductores de la mala verdad. Las redes sociales, los medios de comunicaci­ón y los círculos de influencia se convierten en campos de batalla donde la verdad y la mentira libran una contienda sin tregua, dejando a su paso un rastro de confusión y desconfian­za.

Sin embargo, en medio de la oscuridad que envuelve al mundo, aún existen aquellos que resisten los embates de la mala verdad y alzan la bandera de la honestidad y la transparen­cia. Son los guardianes de la verdad, los custodios de la integridad moral, quienes luchan incansable­mente por desentraña­r los velos del engaño y restaurar la confianza perdida en las institucio­nes y en sus semejantes.

En conclusión, la prevalenci­a de la mala verdad en la sociedad contemporá­nea es un reflejo de los desafíos morales y éticos que enfrentamo­s como colectivid­ad. Solo mediante un compromiso firme con la verdad y la honestidad podremos desentraña­r los nudos que atan nuestras conciencia­s y construir un futuro basado en la autenticid­ad y la justicia. Es hora de desterrar la mala verdad de nuestras vidas y abrazar la luz liberadora de la verdad, por más dura que esta sea.

“La corrupción, ese cáncer que carcome las institucio­nes y los cimientos morales de la sociedad, halla su nutriente en la mala verdad.”

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