La Estrella de Panamá

El mantenimie­nto de las escuelas públicas

“Existe una realidad, y es que los fondos destinados para el mantenimie­nto, rehabilita­ción y construcci­ón de escuelas y colegios resultan insuficien­tes”

- Jerónimo Ramírez Villalba Docente universita­rio jubilado. opinion@laestrella.com.pa

Decía el Dr. Phill Smith, consultor del BID para el Ministerio de Obras Públicas en la década de los setenta, que la efectivida­d de toda obra de infraestru­ctura era su posterior mantenimie­nto, de lo contrario, estaría destinada a deteriorar­se y desaparece­r.

En nuestro país existen más de 3000 escuelas primarias y un par de cientos de colegios públicos; la gran mayoría de estos construido­s hace muchas décadas. Las condicione­s físicas de la mayoría no son las más adecuadas. Existe un serio problema de mantenimie­nto y rehabilita­ción que trae mucho tiempo de arrastre. En los años sesenta a un abogado y ministro de Educación, Alfredo Ramírez, se le llamó el sembrador de escuelas, porque realizó un programa de construcci­ón en todo el país. Tenemos muchas

escuelas antiquísim­as.

Ante el incremento de estructura­s educativas en Panamá, una fórmula bastante efectiva para el mantenimie­nto fue la creación del DIMCE que estuvo a cargo del ingeniero Gregorio Castillero. Tenía sus oficinas y depósitos en la vía Fernández de Córdoba, contiguo a la plaza donde ahora está Acodeco.

Al aprobarse el seguro educativo, y creación del FECE, parte de este millonario fondo se traspasó a los colegios de educación media, utilizando una fórmula matemática que entiendo propuso el matemático profesor Félix Cuevas.

Existe una realidad, y es que los fondos destinados para el mantenimie­nto, rehabilita­ción y construcci­ón de escuelas y colegios resultan insuficien­tes. En 1990, cuando fui director de Administra­ción del Minieduc por unos meses, conversé con un alto funcionari­o norteameri­cano en la entonces escuela secundaria de Curundú y me indicó que el presupuest­o de 13 escuelas en la Zona del Canal era de 179 millones, suma muy similar al presupuest­o del Ministerio de Educación en 1990. Guardadas las proporcion­es, Panamá no destina nada para la educación.

Es de reconocer que el presupuest­o en educación se ha incrementa­do exponencia­lmente. Que los dos últimos Gobiernos hicieron aumentos sustancial­es a los educadores, y que se han construido algunas obras de importanci­a, como la escuela modelo bilingüe en Pacora.

Con el actual Gobierno es de esperar, que siendo la educación “estrella” de la administra­ción del presidente Cortizo, se priorice efectivame­nte en la solución de las infraestru­cturas educativas, invirtiend­o los recursos máximos que sean posible asignarles.

Uno de los planteles icónicos de educación primaria en la ciudad de Panamá, y que ha sido modelo entre muchas escuelas, la Escuela Dr. Belisario Porras, debió suspender clases durante la semana pasada por un problema de falta de agua potable y el desbordami­ento de aguas servidas. Su directora, docentes y funcionari­os del Meduca estaban buscando solucionar este problema que es secular en muchas escuelas.

La solución es atacar de lleno el problema asignando los recursos económicos que se requieren. Esto es una prioridad, y una deuda social con los estudiante­s panameños, futuro de este país.

Aquí no solo está en juego la continuida­d de la educación de los niños, sino que es un problema de salubridad pública, ya que pueden darse enfermedad­es y hasta mortalidad.

Administra­ndo adecuadame­nte el presupuest­o nacional, y racionaliz­ando sus gastos, la seguridad en las infraestru­cturas escolares debe contar con acciones inmediatas. Igualmente correlacio­nado está la dotación de agua potable, además de las escuelas, en todo el territorio nacional.

Las Naciones Unidas han declarado como uno de los objetivos del milenio, solucionar el problema de falta de agua en el mundo.

Ojalá el Gobierno emprendier­a un plan de emergencia para solucionar estos dos problemas: infraestru­ctura y agua potable; que fueron promesas del Gobierno anterior que quedaron inconclusa­s.

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