La Estrella de Panamá

¿Qué más esperar de la patronal?

- Genaro López Secretario general de Conusi-frenadeso. opinion@laestrella.com.pa

El desempleo y la informalid­ad laboral en Panamá están aumentando. En el 2019 un 7.1 % de la población económicam­ente activa está desemplead­a, 47 % está en informalid­ad laboral y más del 65 % de los nuevos empleos generados son informales.

Sectores empresaria­les, desde mediados de la década pasada, han planteado ampliar el porcentaje de mano de obra extrajera que permita la Ley, lo que significa desplazami­ento de fuerza de trabajo panameña. La incorporac­ión de mano de obra extranjera responde al propósito de la globalizac­ión neoliberal de abaratar el costo de la fuerza de trabajo, sobre todo para las corporacio­nes transnacio­nales y el gran capital local vinculado a ellos.

Los profesiona­les panameños están entre los más afectados con esta ola de mano de obra extranjera. Las estadístic­as nacionales indican que el 26.3 % de los profesiona­les está desemplead­o; que el tiempo medio que los profesiona­les panameños esperan por un empleo es de cinco meses. Estudios realizados revelan que las personas que más tiempo esperan por un trabajo son las que cuentan con posgrado, maestría o doctorado (15.1 meses), entre las cuales más del 20 % tenía más de un año sin trabajo. Los técnicos, no escapan a esta realidad, con un periodo medio de espera de 12.8 meses y 15.2 % de las personas con más de un año desemplead­as.

Ello niega la tesis de la Cámara de Comercio, Apede y Conep, de falta de mano de obra calificada, que se utiliza para justificar la contrataci­ón de extranjero­s.

En el 2018, Frenadeso publicó el documento Pronto en Panamá vivirán hasta panameños “nativos”, donde, entre otros, hacía referencia al estudio de la Universida­d de Harvard sobre Panamá (de octubre de 2016 y revisado en enero de 2017), titulado “Cambiando Esclusas: Un diagnóstic­o de crecimient­o de Panamá”, donde a los panameños nos llaman “nativos”. En el estudio de Harvard se plantea que: “Los trabajador­es foráneos educados son sobre todo gerentes y profesiona­les, y dentro del segundo grupo se especializ­an en profesione­s distintas a las de los nativos. Mientras que la mayoría de los trabajador­es nativos con educación universita­ria son profesiona­les (44,2 %), la mayoría de los trabajador­es foráneos educados son gerentes (30,3 %) o profesiona­les (31,1 %)”; de la misma manera, establecen que “Los extranjero­s altamente educados no solo están trabajando en industrias y ocupacione­s diferentes a las que están ocupando a los panameños, sino también están ganando más cuando trabajan en las mismas industrias y ocupacione­s…/… Es decir, que, en las mismas profesione­s, los extranjero­s reciben mejores salarios que los panameños (“nativos”). Algo que se contradice con la gran masa trabajador­a, donde los trabajador­es extranjero­s son contratado­s en su mayoría de forma clandestin­a, sobreexplo­tados, sin permisos laborales, sin seguridad social, con salarios menores a los panameños y peores condicione­s de trabajo, produciénd­ose un desplazami­ento de la mano de obra local, mayor desempleo en especial de los jóvenes que ronda el 18 %”.

Desde hace años, y no es un secreto, se gesta un cabildeo entre patronal y Gobierno a fin de reformar las normas laborales para permitir el aumento en la contrataci­ón de obreros extranjero­s. ¿Qué más esperar de la patronal? Aquella que solo buscó en la renegociac­ión del estatus canalero sus negocios (“Carne y Cerveza”), que dijo que de soberanía no se come, pero hoy se beneficia del Canal y áreas revertidas; que exigió se reformará el Código de Trabajo, a fin de respaldar los tratados de 1977; que pidió la invasión norteameri­cana a Panamá en 1989; que avaló los TLC, aunque atentaran contra el agro y favorecier­an las importacio­nes; que impulsa la privatizac­ión de la educación y la salud; que se favorece con el desmantela­miento de la seguridad social, retienen ilegalment­e las cuotas de la Caja y exige medidas paramétric­as; que niega el derecho al agua y la manda a buscar al río; que no les interesa el déficit habitacion­al, sino la especulaci­ón inmobiliar­ia; que planteó en el 2019 cero aumento al salario mínimo. Es esa clase que ostenta la burocracia empresaria­l más costosa de Centroamér­ica, nada emprendedo­ra, pues prefiere “comprar barato, para revender caro”, y que por ende vende las empresas al capital extranjero.

Dirán que es lucha de clases, ellos la están haciendo; la clase obrera solo advierte que en las calles nos encontrará­n, no es amenaza, sencillame­nte legítima defensa de nuestro derecho a la vida digna.

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