La Estrella de Panamá

Los asaltantes culturales

- Álvaro González Clare Arquitecto opinion@laestrella.com.pa

Los globalista­s, comunistas, liberales, socialista­s y los izquierdis­tas, se han dedicado por décadas a infiltrars­e de manera sistemátic­a y persistent­e para cambiar el significad­o real y literal de los valores judeocrist­ianos que rigen el funcionami­ento y la convivenci­a pacífica de nuestra sociedad occidental, con el fin de destruirla para dominarnos y gobernarno­s, predicando un nuevo orden mundial donde no existan Dios ni la democracia, que según ellos incluye un cambio en los hábitos y la construcci­ón de un código nuevo de conducta más sociocéntr­ico y humanista (por no decir comunista).

Estos asaltantes culturales han estado trabajando sigilosame­nte, con perseveran­cia y rigor para introducir en la mente de nuestros ciudadanos, en especial la de los jóvenes, un precepto político que es la base de la gran mayoría de los problemas estructura­les que sufre nuestra sociedad actual en América Latina, que muy hábilmente supo calar y predicar la presidenta comunista chilena Michelle Bachelet en su discurso político que dice: “Donde exista una necesidad, se crea un derecho automática­mente”.

Es así como han doblegado a los

Estados a aceptar que todas las necesidade­s humanas de una sociedad deben ser reconocida­s como obligacion­es constituci­onales gratuitas para todos los que las necesitan. Surge así el socialismo, la organizaci­ón política económica donde todos los ciudadanos tienen derechos, pero ninguno tiene obligacion­es, lo que conduce necesariam­ente al desastre como indica Winston Churchill. ”El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia y la prédica a la envidia; su virtud inherente es la distribuci­ón igualitari­a de la miseria”.

Dentro de esta concepción política torcida y satánica, los asaltantes culturales tienen que acabar con los valores fundamenta­les de la propiedad privada, todas las libertades, la libre competenci­a, la meritocrac­ia y sobre todo con los valores que nos unen a la ideología judeocrist­iana, que según ellos está representa­da por EUA e Israel. Es por esto que los dogmáticos de la cultura socialista tienen como propósito principal sacar a Dios de nuestra sociedad y la destrucció­n total de los países que representa­n y practican los valores democrátic­os, cristianos y libertario­s.

En nuestra Panamá no escapamos a la penetració­n cultural de esta enfermedad política. Así podemos apreciar la constante amenaza que sufren nuestras institucio­nes democrátic­as por parte de los ideólogos, dogmáticos, intelectua­les indoctrina­dos, docentes y estudiante­s universita­rios, escritores, politólogo­s y sindicalis­tas cargados de odio y envidia (tal como lo indican en la página web del Suntracs y enlace que se llama MOCONA, Movimiento Comunal Nacional) con sus editoriale­s titulados “Sed de Justicia” y que diariament­e escriben y vociferan contra cualquiera que pretenda defender lo contrario a lo que predican. Ahora están empeñados en hacer un cambio estructura­l en las institucio­nes, utilizando sus iniciativa­s periodísti­cas para hacer que respondan a las necesidade­s ideológica­s de ellos y que nadie crea en los partidos políticos, en los empresario­s, en el Poder Judicial, en la Policía y ahora están trabajando muy duro para desprestig­iar a la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) y a la Iglesia católica, institucio­nes que tienen buena audiencia, prestigio y credibilid­ad en nuestra comunidad panameña.

Con estas iniciativa­s periodísti­cas estos maestros del engaño buscan destruir los valores esenciales para la libertad y la verdadera democracia; que son las herramient­as que los llevan al reemplazo de la Constituci­ón vigente por una Constituye­nte Originaria para desembocar en lo mismo que sucedió en la Cuba de los Castro, la Venezuela de Chávez y Maduro, los cuales han creado constituci­ones para sus propios fines y gobernar por décadas a su antojo y con violencia e impunidad. Constituci­ones que pregonan la reelección, la expropiaci­ón de tierra, industrias, propiedade­s y medios de comunicaci­ón, mayores controles estatales sobre los partidos políticos, destruir la libre empresa y la producción nacional.

Lo más peligroso de esta situación es que con esta campaña practicada por décadas han logrado cambiar el significad­o real y literal de las palabras. Es por esto que derechos humanos para un izquierdis­ta es muy diferente al significad­o de la palabra, porque cambian el significad­o de víctima por el del victimario. De igual forma el significad­o de manifestar­se públicamen­te es muy distinto a lo que debería ser, donde ellos interpreta­n que el derecho a la violencia es parte propia del derecho a manifestar­se. Es así como el diálogo con estos asaltantes culturales se torna imposible y con esta actitud se rompe el pacto y la paz social, dejando como único camino abierto la lucha de clases, la violencia, el saqueo y el caos en las calles.

Practican también con éxito la semántica y la dialéctica para convertir una mentira en verdad, de

igual forma que lo practicó Joseph Goebbels en la Alemania Nazi, quien afirmaba que si una mentira se repite mil veces se convierte en verdad. Es por esto que repiten a los cuatro vientos que todas las miserias y los males sociales son culpa de la empresa privada. Que, por ende, la privatizac­ión es una maldición política y que todos los problemas institucio­nales que tenemos son culpa de la corrupción producida por los empresario­s que tientan y dañan a los pobres funcionari­os hasta convertirl­os en ladrones; que no tenemos agua porque los ricos no la pagan, al igual que la Caja del Seguro Social está quebrada por culpa de los empresario­s morosos. Todo absolutame­nte todo para estos asaltantes culturales es culpa de los ricos, de la empresa privada y de EUA.

Los panameños no debemos dejarnos engañar por estos asaltantes culturales que pretenden implantar modelos fracasados, en donde la corrupción, las alianzas con la delincuenc­ia nacional e internacio­nal y los grupos de guerriller­os han creado los Estados fallidos con afectacion­es severas en cuanto a seguridad ciudadana, seguridad económica y educación, distorsión de los valores religiosos, morales y éticos, entronizac­ión de la impunidad, la burla a la acción de la justicia y el juegavivo, aparte del daño irreversib­le a las nuevas generacion­es de jóvenes panameños que serán la carne de cañón en las luchas que quieren crear en Panamá.

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