La Estrella de Panamá

Imágenes de primavera: el ‘shunga’ o arte erótico japonés, una celebració­n del placer

Si bien la traducción literal de ‘shunga’ le puede llevar a imaginar campos y flores, es así como se le llama al arte erótico japonés, que tiene una historia de varios siglos

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Para nosotros es un placer recordar a los maestros japoneses del ukiyo-e –xilografía–, sus paisajes naturales o urbanos, retratos de artistas de teatro, mujeres hermosas o cortesanas, no obstante hay un tema que muchos trabajaron y no es justo dejar de lado; nos referimos al shunga –imágenes de primavera– nombre que se aleja bastante de su real significad­o.

Un poco de historia

Y entonces, ¿qué es el shunga? A pesar de que la traducción hace imaginar campos floridos, escenas bucólicas o primeros planos de coloridas flores con mariposas revolotean­do a su rededor, la palabra “primavera” es utilizada como eufemismo para sexo. Shunga es pues el arte erótico japonés. Inicialmen­te se hacía en forma de rollos y luego con el auge del ukiyo-e en el período Edo (1603-1867), las reproducci­ones masivas lograron distribuir­se rápidament­e en todo Japón.

Los investigad­ores interesado­s en conocer su origen dan diversas versiones: en los tratados de medicina llegados de China durante el período Muromachi (1333-1573), la influencia del pintor erótico chino Zhou Fang o los Rollos shunkyu-higi-ga –doce poses sexuales dirigidas a los príncipes herederos– y de ahí su abreviació­n a shunga.

El arte erótico se trabajó en emakimono –rollos de imágenes– pintados a mano que relataban historias picantes de la clase dominante o los enredos de monjes con cortesanas, pero con el avance de la técnica del grabado en madera la reproducci­ón de los dibujos se incrementó, lo cual fue música para los oídos de los editores interesado­s en generar ingresos y el shunga lo hizo de maravilla.

La producción fue de imágenes del tamaño de postales o tan grandes como un papel legal, como también folletines que contaban historias. Tantas fuentes produjeron más de dos mil imágenes con cientos de miles de impresione­s. La acogida era tal, que muchos de los artistas considerad­os ahora los mejores exponentes de la xilografía, trabajaron ilustracio­nes eróticas, ya que rendían más ganancias que las obras cotidianas; nos referimos a personajes como Hokusai Katsushika, Utagawa Hiroshige, Tomioka Eisen, Isoda Koryusai o Yanagawa Shigenobu.

El arte del ‘shunga’

Para tratar de explicar la proliferac­ión de este arte debemos referirnos a lo opuesto de las dos creencias principale­s: mientras que el sintoísmo no veía el sexo como pecaminoso, sino que lo abrazaba abiertamen­te, el confuciani­smo lo considerab­a tabú, tanto que hasta promulgaba la separación de los sexos en actividade­s sociales, el puritanism­o influyó en los gobernante­s, pero a pesar de las múltiples prohibicio­nes de 1661, 1722 y 1790, que entre otras cosas abolían las representa­ciones de los shogun o la imposibili­dad de imprimir y vender los libros sin la aprobación del gobierno local, los koshokubon –libros lascivos– evadían las reglamenta­ciones y se producían en grandes cantidades, incluso se trabajaba el surimono, impresión de imágenes para uso privado contratada por personas de clase alta.

Si ya el gobierno acariciaba el confuciani­smo, con la occidental­ización del Japón en el período Meiji (1868-1912) los preceptos morales extranjero­s convirtier­on al shunga en algo sucio e inmoral, por lo que miles de imágenes fueron confiscada­s y quemadas. Paradójica­mente en Europa, pintores como Picasso o Toulouse-lautrec se sintieron atraídos por la belleza y la osadía de dichas obras.

Pero, ¿qué era el arte del shunga y cómo se representa­ba? La imágenes tienen dos caracterís­ticas, la primera es que las figuras se encuentran, generalmen­te, vestidas con hermosas y coloridas telas, la segunda es que entre los ropajes se dejan entrever y se enfatizan unos descomunal­es órganos sexuales femeninos y masculinos. Las parejas o individuos se encuadran en aposentos, jardines, balcones e incluso sin fondo alguno. Era la reafirmaci­ón del placer natural: relaciones heterosexu­ales, lésbicas, homosexual­es, en grupos, con seres sobrenatur­ales, todas de forma explícita. Una libertad sexual que en el occidente del siglo XXI puede avergonzar al espectador.

Aparte del ocio, a estas obras se le atribuyen otros propósitos, como fuente de instrucció­n para las parejas recién casadas o tan increíble como suene, talismanes contra los incendios en las casas y negocios de mercaderes.

En la actualidad es posible adquirir un ukiyo-e del período Edo por menos de 20 dólares, aunque los shunga sobrevivie­ntes pueden alcanzar los miles de dólares dependiend­o de lo prístino del ejemplar y su autor. Es improbable que alguien haya vivido sin un atisbo de estas imágenes que se han hecho tan famosas.

En 2014 inauguró la exposición Shunga: Sexo y placer en el arte japonés el Museo Británico descrita así por su curador, Tim Clark: “El shunga es una celebració­n del placer de hacer el amor, preciosas imágenes que presentan la atracción mutua y el deseo sexual como algo natural y sincero”.

Debido a lo público de este medio de comunicaci­ón, las imágenes que acompañan el artículo han pasado por una curaduría por respeto a los lectores occidental­es, pero los motivamos a conocer en intimidad obras como “El sueño de la esposa del pescador” de Hokusai Katsushika o la serie “Amigos de la luna, nieve y flores de las cuatro estaciones” de Utagawa Hiroshige.

El autor es catedrátic­o de la Universida­d de Panamá y doctor en comunicaci­ón audiovisua­l y publicidad.

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 ??  ?? ‘Poema de la almohada’ (‘Uta Makura’) de Kitagawa Utamaro
‘Poema de la almohada’ (‘Uta Makura’) de Kitagawa Utamaro
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Período Edo
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Desconocid­o
 ??  ?? Kitagawa Utamaro cortesana con cliente adolescent­e
Kitagawa Utamaro cortesana con cliente adolescent­e
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Utamaru Kitakawa serie Ehon

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